sábado, 23 de agosto de 2025

Señor, dame un corazón…

            El blog de Satu

Señor, dame un corazón abierto que sepa acoger tu amor,
el amor gratuito e incondicional que sostiene mi vida.
Señor, dame un corazón humilde que sepa dejarse amar
por las personas que me ayudan a crecen en humanidad.
Señor, dame un corazón generoso que sepa amarte,
amarte en todo lo que haga y por encima de todo y de todos.
Señor, dame un corazón comprometido que sepa servir,
servir a todos, comenzando por los últimos, por los pobres.
Señor, dame un corazón agradecido que sepa valorarme,
amarme y alegrarme con los dones que he recibido de Ti.
Señor, dame un corazón sabio, para comprender
que sólo tu amor puede llenar del todo mi corazón,
que sólo el que ama con grandeza puede recibir amor,
que sólo el que se deja amar con humildad puede amar,
que sólo el que ama y se dejar amar puede ser feliz.

Construyendo una madriguera

            Antena Misionera

En el rincón más tranquilo del bosque vivía un erizo llamado Luno. Tenía una madriguera pequeña, hecha con hojas secas y ramitas que él mismo había acomodado con paciencia. No era el más rápido ni el más fuerte, pero sí el más dedicado: cuidaba su espacio con amor y cada día salía a buscar bayas, cortezas y flores secas para decorar su hogar.
Una noche, sin aviso, el cielo cambió. Las nubes se volvieron pesadas, el viento rugió con fuerza y una tormenta arrasó con todo a su paso. Cuando el sol volvió a salir, Luno encontró su madriguera destruida. No quedaba nada. Solo barro, ramas partidas… y silencio.
— Lo siento, Luno -dijo una liebre que pasaba cerca-. Si quieres, puedes quedarte en mi cueva un tiempo.
— Gracias, pero voy a empezar de nuevo -respondió Luno, con la voz bajita pero firme.
Durante los días siguientes, mientras algunos animales le ofrecían consuelo, Luno trabajaba en silencio. Buscaba hojas nuevas, limpiaba la tierra mojada, arrastraba ramas fuertes. A veces se detenía, cansado. Otras, se le humedecían los ojos al recordar lo que había perdido. Pero siempre se levantaba otra vez.
— ¿No te da tristeza volver a empezar? -le preguntó un zorro curioso.
— Sí -respondió Luno-. Pero también me da esperanza.
Pasaron semanas. Y donde antes había ruinas, volvió a crecer un hogar. Más sencillo, más fuerte, más lleno de luz. No era el mismo de antes, pero tenía algo nuevo: cicatrices que hablaban de esfuerzo… y una fuerza interior que no se veía a simple vista.
_____________
Ser resiliente no es evitar que las tormentas lleguen. Es seguir de pie cuando pasan. Es reconstruir con lo que queda, aunque duela, aunque cueste.
La resiliencia no se grita, no se presume. Se vive en silencio, en cada intento, en cada nuevo comienzo. Y a veces, lo más valioso no es volver a tener lo que perdiste… sino descubrir de lo que eres capaz cuando todo parece perdido.

domingo, 17 de agosto de 2025

Instrumento de tu paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay enfados, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, ponga la Fe.
Que donde haya desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

 

Los verdaderos amigos

      Susana Rangel

— ¡Ayúdennos! ¡La casa de mi hermano está ardiendo! -gritó un hombre por la calle.
Unos cuantos se acercaron. Algunos venían corriendo, otros traían cubetas, otros solo sus manos.
La mayoría… ni se molestó en mirar. Pero al llegar a la supuesta casa en llamas, en lugar de humo, encontraron una mesa llena de comida. El dueño de la casa los miró sorprendido mientras se sentaban a comer. Les ofreció bebida, carne y pan.
Ese mismo hombre había preparado una gran comida. Mató su mejor ternero, encendió la parrilla y le dijo a su hermano:
— Sal y avísales a nuestros amigos, vecinos y seres queridos. Quiero que vengan a compartir esta comida con nosotros.
Después, se acercó a su hermano y le dijo en voz baja:
— No reconozco a ninguno de los que vinieron. ¿Dónde están los que siempre decimos que son los más cercanos?
Y el hermano le respondió:
— Los que están aquí no vinieron por la comida.
Vinieron porque pensaron que necesitabas ayuda. Es por eso que son ellos quienes merecen sentarse contigo a la mesa.

Moraleja: A veces, quienes más quieres no aparecen cuando más los necesitas. Y los que sí llegan… lo hacen por ti, no por lo que tienes. Esos son los que valen.