jueves, 8 de diciembre de 2016

El rey mendigo

Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle, se encontró con otro joven que parecía una copia suya.
- ¿Nos parecemos, verdad?
- Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos usted viste sus galas y sus joyas y sus collares.
Avergonzado el Príncipe le dice: pero podemos cambiarnos las ropas si te parece. Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.
Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se rió de él y nadie le creía. Y hasta lo tomaron por loco.
Nadie le daba nada mientras mendigaba. Y debió trabajar por un mísero salario. Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio.
El príncipe mendigo debió ir a la guerra. Y un día le dice al General que la batalla estaba mal planificada, que su padre lo hubiera hecho de otra manera.
- ¿Y quién eres tú para darme lecciones a mí?
Murió el Rey y el mendigo vestido de Príncipe le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas. Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna.
Un guardia, que estaba custodiando el palacio, descubre unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció. Y descubrieron que el mendigo vestido de Príncipe era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.
Destituyeron al falso rey y comenzó a reinar el verdadero. Pero en ningún momento quiso vengarse del usurpador. Y cuando todos alababan el arte de gobernar de su rey y su generosidad él respondía:
- “Es gracias a haber vivido y sufrido con mi pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey”.

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