Esta es una vivencia que nos contaron unas monjas misioneras:
Llegamos a nuestro destino y encontramos mucha pobreza y abandono, y decidimos ayudarles a aprender a subsistir por ellos mismos.
Nunca les llamábamos a rezar, rezábamos solas y trabajábamos con ellos, los cuidábamos, les enseñamos a guisar, a trabajar, y a llevarse bien y a compartir sus cosas.
Después de dos años nos dijeron:
- ¿Por qué hacéis esto por nosotros? ¿Quién es ese Dios vuestro a quien rezáis siempre?
Les dijimos, muy sencillamente, quién era Jesús, cómo nació, cómo vivió, su preocupación por los pobres, cómo murió por nosotros.
A partir de ese momento, quisieron conocerle mejor y empezaron a acompañarnos en nuestras oraciones.
Durante otros dos años tuvimos paciencia y seguimos sembrando amor. El Señor nos dio la dicha de empezar a ver los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestros rezos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario