sábado, 13 de octubre de 2018

Parábola de la rana hervida

Imaginad una cazuela llena de agua en cuyo interior nada tranquilamente una rana, se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable, y sigue nadando.
La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero no se inquieta y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia.
Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más.
Si la hubiéramos sumergido de golpe en un recipiente con el agua a cincuenta grados, se habría puesto a salvo de un enérgico salto.

“Es un experimento que nos demuestra que un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía”. 
Si nos fijamos en lo que está sucediendo en nuestra sociedad en las últimas décadas, estamos experimentando una lenta deriva a la que nos vamos acostumbrando. Un montón de cosas que nos habrían horrorizado hace 10 o 20 años, fueron poco a poco rebajándose y suavemente ofuscándonos hasta hoy, hasta tal punto que nos dejan indiferentes a la mayoría de la gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario