domingo, 9 de agosto de 2020

Gracias, Señor.

Gracias, Señor, por estar siempre a nuestro lado.
Ahora estás tan cerca que te llevamos en el corazón.
Señor, como Pedro, somos frágiles. Tú nos conoces bien.
Ante cualquier adversidad tenemos muchas dudas,
nos tambaleamos.
Te buscamos con frecuencia, pero no te reconocemos.
Te esperamos en acontecimientos importantes
y te muestras en el silencio... Nos desconciertas.
Y también como Pedro te gritamos: “¡Señor, sálvame!”
Desde nuestra pequeñez,
queremos seguir remando en la barca de tu Iglesia,
con la confianza de que Tú nunca nos abandonas.

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