domingo, 11 de diciembre de 2022

El zapatero

En un país perdido entre montañas hay un pueblecito que no es ni grande ni chico. No hace mucho que al zapatero le sucedió algo muy curioso. Resulta que una mañana, mientras rezaba, recibió la visita de un misterioso personaje que le dijo:
- Juan, tu vida le parece agradable al Señor Jesús y hoy te visitará.
El zapatero, muy contento, empezó por barrer y arreglar su tienda, sin dejar de lado el trabajo de ese día. Se afeitó y se arregló con detalle y puso algo más de lo normal en la cazuela de sopa.
De repente se abrió la puerta y entró en la tienda una mujer con muy mala reputación en el pueblo, que venía con ganas de hablar con alguien. El zapatero la atendió con paciencia, pero pensaba: ‘¡Ay de mí, si viene Jesús en este momento y me encuentra hablando con esta mujer, no podré recibirlo como deseo!’ Después de charlar un rato con la mujer, ésta se marchó muy contenta y Juan se quedó solo y siguió con su trabajo.
Su imaginación no paraba de preguntarse ‘¿cómo será Jesús?, ¿será como el cuadro de mi habitación?, ¿o quizás como el gran Cristo que hay en la parroquia?
Mientras pensaba en todo esto entró en la tienda una pobre mujer con su hijo, necesitados de todo y especialmente de amor. El zapatero les atendió lo mejor que pudo, les dio unas manzanas y ambos salieron de allí con un par de zapatos nuevos.
Estaba siendo un día muy movido para el zapatero y parecía que no había sitio para Jesús, pues otra vez se abrió la puerta de la tienda y entró un vagabundo mal vestido y medio borracho.
- ¿No tendrás un poco de agua… ardiente, hermano? -le dijo a Juan riéndose a carcajadas- estoy cansado de beber vino.
- Pasa, pasa -le dijo el zapatero- te daré agua fresca para que te laves la cara y un plato de sopa caliente.
Compartieron la comida y un buen rato de charla amistosa. El vagabundo dejó la casa del zapatero con ganas de tomarse la vida de otra manera.
Pasaron las horas y se hizo de noche. El zapatero cerró su tienda y se sintió triste, pues Jesús no había venido. Se sentó en su rincón de oración y se quejó:
- Señor, ¿Cómo es que no has venido? Yo te he esperado durante todo el día.
Cual no sería su sorpresa cuando oyó una voz en su corazón que le decía:
- Amigo, tres veces te he visitado hoy, y las tres me has atendido con mucho cariño y amor. Cada vez que alguien entraba en tu tienda era yo el que te visitaba.

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