miércoles, 15 de noviembre de 2023

La verdad... ¿es la verdad?

El rey durante los últimos días estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que vivía en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, teniendo fama de sabio y objetivo.
Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
-- Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
-- He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
-- La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
-- A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el rey-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
-- Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar otras actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la Verdad, que tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria
El rey se quedó pensativo. Luego reaccionó para replicar:
-- De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero no dijo nada. Guardó silencio.
El rey mandó colocar un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Unos soldados a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad.
El rey hizo público lo siguiente: "Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada".
Amanecía. El ermitaño, tras pasar toda la noche en meditación, marchó a la ciudad. Su bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
-- ¿Adónde vas?
-- Voy camino del patíbulo para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.
-- No lo creo -aseveró el capitán.
-- Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
-- Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
-- Así es -afirmó el ermitaño-. Ahora ya sabes lo que es la verdad... ¡tu verdad!

El Maestro dice: El aferrarse a puntos de vista es una dificultad mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.

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