Leonardo Cirbián·
Durante un almuerzo entre amigos, en la casa de uno de ellos, la charla fluía entre risas y anécdotas. Al terminar de comer, uno de los amigos, llamado Andrés, tomó su servilleta y dijo con naturalidad:
— Bueno, voy a lavar los platos.
Uno de los presentes, Ernesto, lo miró sorprendido y soltó una carcajada.
— ¿En serio acabas de decir eso?, preguntó con tono burlón. Dime que fue un chiste…
Andrés lo miró con calma, sin perder la sonrisa.
— No, no es un chiste. Es lo que suelo hacer en casa también.
Ernesto frunció el ceño.
— Pues yo no ayudo a mi mujer. La semana pasada limpié los suelos y ni las gracias me dio. No pienso volver a hacerlo.
Andrés dejó el plato a un lado, se acomodó en la silla y respondió con voz serena:
— Ernesto… yo tampoco “ayudo” a mi esposa.
Los demás amigos enmudecieron por un instante, curiosos por la respuesta.
—Mi esposa no necesita ayuda —continuó Andrés con paciencia—. Lo que necesita es un compañero. Porque somos un equipo. Y en un equipo, las responsabilidades se comparten.
Ernesto lo miraba en silencio.
— No la ayudo a limpiar la casa, agregó Andrés, porque yo también vivo allí. No la ayudo a cocinar, porque yo también como. No la ayudo a lavar los platos, porque yo también los ensucio. No la ayudo con los niños, porque también son mis hijos. No la ayudo a lavar la ropa… porque también es la mía.
Hizo una breve pausa, mirando a los demás con sinceridad.
— No soy un invitado en mi casa. Soy parte de ella. Y no se trata de “ayudar”, como si todo fuera su obligación y yo solo colaborara de vez en cuando. Se trata de compartir la vida, las tareas y el cuidado del hogar. De asumir lo que también me corresponde.
Ernesto se quedó pensativo. Sus palabras le calaron más profundo de lo que esperaba. Los demás amigos también reflexionaron. A veces, las costumbres y las frases que repetimos sin pensar ocultan creencias que necesitan cambiar.
Reflexión:
El verdadero cambio en nuestra sociedad empieza en el hogar. No se trata de “ayudar” a quien comparte la vida con nosotros, sino de comprender que todos tenemos responsabilidades comunes. Porque la casa es un espacio compartido, los hijos son de ambos, el bienestar es un proyecto en equipo, la convivencia se llena de respeto, equidad y amor genuino. El ejemplo que damos en casa será la base para las futuras generaciones. Y en esa base, el compañerismo vale más que mil palabras.
jueves, 3 de julio de 2025
Lavar los platos
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