domingo, 23 de junio de 2024

Acompaña nuestra vida, Señor

Tú, Señor, acompañas nuestro vivir
cuando las aguas están calmadas
y todo va sucediendo en armonía,
sin que suceda nada fuera de lo normal.
Tú, Señor, estás aún más cerca de nosotros
cuando surge una enfermedad, un problema de trabajo,
un conflicto de relación, un desencanto,
una muerte o cualquier dificultad.
Tú estás cuando los huracanes de la vida
nos hacen sentir miedo, porque se mueve la barca,
creemos que no vamos a poder superar ese momento
y dudamos de tu presencia y de tu amor.
Tú, que conoces nuestras tempestades vitales,
nos tienes siempre envueltos en tu amor,
estás esperando que nos pongamos confiados en tus brazos
para desarrollar todos nuestros recursos y capacidades.
Tú, que crees en nosotros mucho más que nosotros mismos,
que nos has regalado a cada uno un potencial infinito
de equilibrio, salud mental y alegría,
nos haces salir airosos de todas las dificultades.
Tú sólo esperas que tengamos fe en ti,
que creamos, de verdad, que acompañas siempre nuestra vida,
y que en ti nuestro valor aumenta y nos llenas de fuerza,
para poder con todo lo que la vida nos depare,
siempre que sepamos que vives dentro de nosotros.

La cueva de la sabiduría y de la vida

Tres turistas decidieron un día visitar la famosa cueva de la sabiduría y de la vida.
Hicieron grandes preparativos para el viaje. Cuando al fin llegaron a la cueva un vigilante guardaba la entrada. Antes de entrar tenían que contestar sólo una pregunta. Y un buen guía les acompañaría por las profundas regiones de la cueva de la sabiduría y de la vida.
La pregunta era sencilla: "¿Hasta dónde quieren adentrarse en la cueva?"
Los tres viajeros consultaron entre sí y dijeron:
- "No queremos adentrarnos mucho, un poquito para poder decir que la hemos visitado".
El vigilante llamó a un guía que los acompañó y a los pocos minutos los vio marchar a su país.

sábado, 22 de junio de 2024

Llamada a la amistad

        Javi Montes, SJ

Señor, tú me llamas por mi nombre.
tu evangelio no es un ideal por el que luchar
sino una amistad que tú deseas.
Me nombras y me pides que te siga.
Siento cómo la ilusión y los miedos me invaden.
Estoy tentado de mirar a otro lado.
pero sé que todo estaría vacío
Miro mis redes, mis ocupaciones, mis trabajos.
Pero al pensar en seguirte y estar contigo
Todo se me cae de las manos.
Deseo dejarlo todo y caminar contigo.
no sé dónde iremos o con quién nos encontraremos
pero estaré contigo y eso me basta.

El rey y el carbonero

       Adaptación de una leyenda persa

En Persia, se cuenta la historia del gran Cosroes II, apodado “el grande”. Tenía fama de justo y le encantaba mezclarse con el pueblo, pasando desapercibido para compartir y dar solución a sus problemas.
En cierta ocasión, se vistió de pobre y al pasar por la cocina observó en un rincón una angosta puerta, desconocida hasta entonces para él. Descendió el largo, oscuro y húmedo trecho de escaleras que conducían a un sótano -de reducidas dimensiones y calor asfixiante- en el que un carbonero, sentado sobre un montón de cenizas, alimentaba la caldera de palacio.
Cosroes se sentó a su lado y comenzó a conversar. Llegó la hora de comer y el fogonero sacó un pan moreno y áspero y una jarra de agua que -sin pensarlo- compartió con su visitante. Ellos comieron y conversaron tranquilamente. El Rey se marchó, pero continuó visitando al carbonero con frecuencia, movido por la compasión que sentía por aquel hombre solitario. Amablemente, Cosroes le dio consejo y el carbonero le abrió su corazón y amó a aquel amigo, tan bondadoso y sabio, pero tan pobre como él.

Finalmente, Cosroes pensó: “este hombre vive recluido en el sótano, cumpliendo de forma sacrificada con su trabajo, con total aceptación de su destino y sin que una sola queja salga de sus labios, merece una gran recompensa. Le diré quién soy a ver qué me pide…”
Al otro día, le dijo al carbonero:
– Crees que soy pobre, pero soy tu Rey; ¡pídeme lo que quieras…! –le explicó Cosroes. El gobernante esperaba que le pidiera algo grande, pero el hombre se quedó sentado, inmóvil, petrificado, mirándolo con amor y asombro.
Entonces el Rey, posando una mano sobre su hombro, volvió a insistir:
– ¿No entiendes? Te puedo hacer rico y noble, puedo poner una ciudad en tus manos, te puedo hacer gobernador… ¿No tienes nada que pedir?
El hombre respondió amablemente:
– ¡Sí, mi señor, he entendido! Lo que no entiendo es cómo tú que gobiernas gran parte de la tierra, tus ejércitos son los más poderosos y mandas sobre cientos de miles de personas, puedes haber salido de tu palacio y de tu gloria para sentarte conmigo en este oscuro cuartucho, comer mi tosca comida y preocuparte por si estoy feliz o apenado. Ni tú mismo me puedes dar nada más valioso.
La emoción que embargaba su espíritu enmudeció sus palabras e inclinándose, en señal de respeto, depositó a sus pies dos brillantes lágrimas. Con la voz entrecortada, continuó balbuceando:
– A otros les puedes otorgar ricos presentes; pero a mí, a mí te has dado a ti mismo; lo único que te puedo pedir es que nunca me quites este regalo de tu amistad y de tu amor, no necesito otra cosa…

jueves, 20 de junio de 2024

Oración a la Santísima Trinidad

Bendito sea Dios, el Padre de Jesús, nuestro Padre,
que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones,
que nos ha mostrado en Jesús, su rostro, su corazón
y nos ha elegido para la misión más bella,
que toda la humanidad conozca la Buena Noticia de Jesús.
Bendito sea Jesús, el hombre lleno del Viento de Dios,
que ha hecho de nuestra vida algo nuevo, distinto,
nos ha devuelto la dignidad y la esperanza,
nos ha dado motivos para vivir y para creer.
Bendito sea el Espíritu Santo, el Viento de Dios,
el que animaba y arrastraba a Jesús,
al que sentimos presente en nuestra vida.
Bendito seas, Jesús, que pasaste haciendo el bien
y curando a todos los oprimidos por el mal,
porque el Viento de Dios estaba contigo.,
Bendito seas, Jesús, nuestro Señor.

Orgulloso de ser de pueblo

Un día me preguntaron:
— ¿De dónde eres?
— De un pueblo, que tal vez ni lo conozcas.
— ¿Un pueblo? Jajajajaja.
— ¿Sabes una cosa? ¡Con orgullo! Soy de un pueblo... Dónde todo el mundo te saluda y te pregunta o te dice: ¿cómo estás?, ¡Tanto tiempo sin vernos! ¿Eres la hija de…?, ¿Que es de ti Don...?, Yo conozco a tu abuela.
Soy de un pueblo dónde no hay nada, pero lo tiene todo. Un pueblo dónde la gente habla hasta por los codos de los demás… y si no tienes una vida, te la inventan, pero cuándo uno necesita del otro, siempre estamos para ayudarnos, y el día de tu muerte sobra comida, ayuda y acompañantes.
Soy de un pueblo dónde indicamos las direcciones diciendo: "al lado de la iglesia" "enfrente del campo", "a la vuelta de...." "sigue derecho hasta topar...", "a tres casas de doña..."
Un pueblo donde su gente cuando hace calor por las noches, salen a tomar la fresca.
Soy de un pueblo dónde poseemos riqueza natural, dónde cualquier excusa es sinónimo de fiesta.

¡Orgulloso de ser de pueblo!

miércoles, 19 de junio de 2024

Queremos seguirte, Señor

Señor Jesús, queremos seguirte como los primeros apóstoles
a quienes llamaste 'para que estuvieran contigo'.
Tú eres el camino hacia el Padre,
por eso no podremos extraviarnos si te seguimos.
Tú eres luz, guía segura, señal de pista hacia la meta;
sólo tú das sentido a nuestro vivir.
Tú eres la verdad de Dios, eres nuestra raíz y nuestro cimiento,
la roca firme, la piedra angular, el monte que no tiembla,
el 'Amén', el Sí total, continuo y gozoso a la voluntad del Padre.
Tú eres la vida de Dios, por eso nos animas y nos salvas
de todas las muertes que amenazan con destruirnos.
Tú nos acompañarás cuando atravesemos la frontera.
También entonces serás nuestro alimento, nuestro viático para el camino,
continuarás llamándonos y nosotros te seguiremos:
emprenderemos contigo nuestro último viaje.
Tú, Señor, nos conduces, nos iluminas y nos salvas.
Nosotros creemos en ti y, aunque te has ocultado a nuestra vista
has puesto ojos en nuestro corazón y has reservado para nosotros
una bienaventuranza: 'Dichosos aquellos que sin ver creerán en mí'.