Susana Rangel
— ¡Ayúdennos! ¡La casa de mi hermano está ardiendo! -gritó un hombre por la calle.
Unos cuantos se acercaron. Algunos venían corriendo, otros traían cubetas, otros solo sus manos.
La mayoría… ni se molestó en mirar. Pero al llegar a la supuesta casa en llamas, en lugar de humo, encontraron una mesa llena de comida. El dueño de la casa los miró sorprendido mientras se sentaban a comer. Les ofreció bebida, carne y pan.
Ese mismo hombre había preparado una gran comida. Mató su mejor ternero, encendió la parrilla y le dijo a su hermano:
— Sal y avísales a nuestros amigos, vecinos y seres queridos. Quiero que vengan a compartir esta comida con nosotros.
Después, se acercó a su hermano y le dijo en voz baja:
— No reconozco a ninguno de los que vinieron. ¿Dónde están los que siempre decimos que son los más cercanos?
Y el hermano le respondió:
— Los que están aquí no vinieron por la comida.
Vinieron porque pensaron que necesitabas ayuda. Es por eso que son ellos quienes merecen sentarse contigo a la mesa.
Moraleja: A veces, quienes más quieres no aparecen cuando más los necesitas. Y los que sí llegan… lo hacen por ti, no por lo que tienes. Esos son los que valen.
domingo, 17 de agosto de 2025
Los verdaderos amigos
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