martes, 14 de marzo de 2017

¡Qué bien se está contigo!

A tus amigos, Señor, les ocurrió lo mismo
que nos sucede a nosotros cuando oramos.
Siempre que pasamos un rato contigo
comentamos lo bien que nos dejas,
cuánto nos sanas por dentro, cómo nos energizas la vida…
Después viene el trajín de cada día y no volvemos a acordarnos,
te olvidamos enseguida,
te traspapelamos en los agobios, en el trabajo,
mientras seguimos recordando nostálgicos,
¡qué bien se estaba contigo!
Nos organizamos la vida dejando para ti las sobras del reloj.
Vivimos agitados, nos ocupan mil cosas
y para un rato que tenemos de descanso…
la tele te gana la partida; una película nos distrae,
un libro nos reclama, tenemos pendiente una llamada.
Y sentarnos a tu lado, hablar un poco contigo lo vamos dejando,
aunque estamos convencidos del bien que nos hace,
de lo que nos descansas, nos animas, nos dinamizas y nos habitas.
Subiste con tus amigos a una montaña alta y apartada,
nosotros tenemos que proponernos buscar el lugar y el momento adecuado.
Cuando estamos contigo a solas,
cuando hacemos silencio, cuando nos ponemos a tu escucha
nos ocurre lo mismo que a Pedro, a Santiago y a Juan,
que nos cambias del todo,
sentimos que nuestra vida se transfigura
porque tú nos pones en contacto con lo mejor de nosotros mismos,
tú nos descansas del trajín cotidiano,
nos impulsas a perdonar, nos reconcilias con nosotros mismos,
nos haces los protagonistas de nuestra historia y nos llenas de tu amor.
Así, de esa manera, podemos con todo y la vida contigo se vuelve una fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario