miércoles, 5 de julio de 2017

El río y el desierto

Un río, durante su tranquilo correr hacia el mar, se encontró con un desierto y se detuvo. Ante él ahora tenía sólo rocas desparramadas por doquier y cavernas escondidas, inmensas dunas de arena que se perdían en el horizonte. Al río le invadió un gran temor. Es mi fin. No lograré atravesar este desierto. La arena absorberá mi agua y yo desapareceré. 
Lentamente las aguas comenzaron a hundirse, el río se estaba convirtiendo en un pantano y estaba muriendo. Pero el viento había escuchado sus lamentos y decidió salvarle la vida. Le sugirió:
- Déjate calentar por el sol, subirás al cielo en forma de vapor de agua. Lo demás, déjamelo a mí. 
El río lleno de miedo le contestó:
- Yo estoy hecho para correr entre dos partes de tierra, líquido, pacífico y majestuoso. No estoy hecho para volar por los aires. 
- No tengas miedo. Cuando asciendas al cielo en forma de vapor de agua, te convertirás en una nube. Yo te transportaré más allá del desierto y tú podrás caer otra vez sobre la tierra firme, volverás a ser un río y llegarás hasta el mar, respondió el viento. 
Pero el río tenía mucho miedo y fue devorado por el desierto…

Muchas personas han olvidado que sólo hay un modo para superar los imprevistos desiertos de los sentimientos y las arideces feroces que nos invaden muchas veces en el tranquilo fluir de nuestra existencia. Es la vida espiritual. Es dejarse transformar por el Sol que es Dios y dejarse transportar por el Viento del Espíritu. Pero es un riesgo que pocos aceptan correr. ¿Te animas?

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