miércoles, 7 de marzo de 2018

Nacer a la vida en África

Una noche, había hecho todo lo que pude para ayudar a una madre en su parto; pero a pesar de todo, ella murió dejándonos con un bebé prematuro diminuto y una hija de dos años que lloraba.
Sabíamos que tendríamos dificultades para mantener con vida al bebé, ya que no teníamos incubadora (ni siquiera teníamos electricidad para hacer funcionar una).
Tampoco teníamos medios para darle alimentación especial. A pesar de vivir en el ecuador geográfico, las noches a menudo eran frías con corrientes de aire. Una comadrona estudiante fue a traer la caja que teníamos para esos bebés y la manta de algodón en la que debería envolverse al bebé.
Otra fue a avivar el fuego y a llenar una bolsa con agua caliente. Regresó rápido apenada a decirme que al llenar la bolsa de goma se había reventado. Exclamó, "¡Y no tenemos otra bolsa de agua caliente!"
En occidente decimos que no es bueno llorar sobre leche derramada. Tampoco en el África Central es bueno llorar sobre una bolsa de agua caliente estallada.
- Está bien, le dije, ponga al bebé tan cerca del fuego y con todo el cuidado que pueda, y duerma entre el bebé y la puerta para librarlo de las corrientes. Su trabajo es mantener al bebé con calor.
La tarde siguiente, tal como lo hacía la mayoría de los días, fui a rezar con algunos de los niños del orfanato que se reunían conmigo. Yo les di a los más jóvenes varias sugerencias de cosas por las cuales rezar y les hablé del recién nacido. Les expliqué nuestro problema para mantenerlo caliente. Dije lo de la bolsa para agua caliente, y que el bebé podría morir si se enfriaba. También les conté de la hermanita de dos años, llorando porque su mamá había muerto.
Durante el tiempo de oración, una niña de diez años, Ruth, rezó con la forma usual concisa y sin remilgos de nuestros niños africanos.
- Por favor, Dios, pidió ella, envíanos una bolsa para agua caliente. No nos servirá mañana, Dios, porque el bebé ya estará muerto, así que por favor envíanosla.
En lo que yo respiraba profundamente ante la audacia de la oradora, ella agregó,
- ¿Y a la vez, podrías por favor enviarnos una muñeca para su hermana para que sepa que realmente la amas?"
Como pasa con la oración de los niños, me puso en un apuro. ¿Podía decir yo honestamente, "Amén"? Oh, si, yo sé que Dios todo lo puede, la Biblia dice así. Pero hay límites, ¿o no? La única forma en que Dios podía responder a esta oración tan particular sería enviándome un paquete desde mi país. Yo llevaba en África casi cuatro años ya, y nunca, nunca había recibido un paquete enviado desde mi país. De todos modos, si alguien me enviase un paquete, ¿quién pondría una bolsa para agua caliente? ¡Yo estaba viviendo en el ecuador geográfico!
A media tarde, cuando estaba dando clases a las enfermeras, recibí el aviso de que un coche estaba estacionado en la puerta frente a mi residencia. Cuando llegué a mi casa, el coche ya se había ido, pero allí, en la puerta, había un paquete grande. Comencé a llorar. No podía abrir el paquete yo sola, así que mandé a llamar a los niños del orfanato.
Juntos tiramos de las cintas, deshaciendo cuidadosamente cada nudo. Doblamos el papel, cuidando de no romperlo demasiado. La excitación iba en aumento. Treinta pares de ojos estaban mirando la gran caja de cartón.
Saqué unos jerseys de punto de colores brillantes. Los ojos relumbraban conforme los levantaba. Después las vendas de punto para los pacientes leprosos, los niños mostraban su aburrimiento. Luego venía una caja de pasas de Esmirna –vendrían muy bien para el pan del fin de semana. A continuación, cuando volví a meter la mano, pensé ¿...estoy sintiendo lo que en realidad es? Agarré y saqué si, una bolsa para agua caliente nueva. Lloré. No le había pedido a Dios que me la enviara; porque realmente no creí que Él pudiera hacerlo. Ruth estaba al frente de la fila que formaban los niños. Ella se abalanzó, afirmando,
- "¡Si Dios nos envió la bolsa, debió mandarnos también la muñeca!"
Hurgando hasta el fondo de la caja, ella sacó la muñeca pequeña con un bonito vestido. ¡Sus ojos brillaron! ¡Ella nunca dudó! Mirándome, preguntó:
- "¿Puedo ir con usted y darle esta muñeca a la niña, para que ella sepa que Jesús la ama de verdad?"
El paquete había estado en camino cinco meses completos. Enviado por mis antiguos alumnos de catequesis, cuyo líder había escuchado y obedecido a Dios urgiéndole a enviar una bolsa para agua caliente, a pesar de que iba para el ecuador geográfico. Y una de las niñas había puesto una muñeca para una niña africana -cinco meses antes, en respuesta a la oración de una niña de diez años que creyó y pidió que lo trajera esa tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario