lunes, 24 de septiembre de 2018

El tren de la vida…

La vida es como un viaje en tren...
Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas, que nos harán conocer el viaje hasta el fin: “nuestros padres”. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más… Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto.
Pero a pesar de esto, nuestro viaje deberá continuar…
Conoceremos otras interesantes personas durante la larga travesía, entre ellos nuestros hermanos, hijos, amigos y amores. Muchos de ellos solo realizarán un corto paseo, otros estarán siempre a nuestro lado, compartiendo alegrías y tristezas.
En el tren, también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite.
Es curioso ver como algunos pasajeros a los que queremos deciden sentarse alejados de nosotros, en otros vagones.
Muchos se bajarán y dejarán recuerdos imborrables, para ellos el viaje “terminó”.
Otros, en cambio, viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que están allí sentados. Eso nos lleva a realizar el viaje estando distantes. Pero eso no nos impedirá, aunque tal vez con alguna dificultad, acercarnos a ellos.
Sabemos que este tren solo realiza un viaje, el de ida… Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas.
Tratemos entonces de viajar lo mejor posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando lo mejor para cada uno de ellos, recordando siempre que en algún momento del viaje, alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entender eso. A nosotros también nos ocurrirá lo mismo y seguramente alguien nos entenderá y nos ayudará.
El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estación nos tocará descender.
Pienso: cuando tenga que bajarme del tren ¿sentiré nostalgias?
Seguro que sí:  dejar a mis hijos viajando solos será muy triste… Separarme de los amores de mi vida, será doloroso.
Pero tengo la esperanza de que en algún momento nos volveremos a encontrar en la estación principal, y tendré la emoción de verlos llegar con mucha más experiencia de la que tenían al iniciar el viaje. Seré feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan crecido como buenas personas.
Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando… ¿Quién subirá?... ¿Quién será?...
Estoy feliz de ver como algunas personas, como nosotros, tienen la capacidad de reconstruir para volver a empezar… Eso es señal de lucha y coraje. Saber vivir es poder ofrecer lo mejor a todos los pasajeros…
Agradezco a Dios porque estamos compartiendo este viaje, y a pesar de que, a veces, nuestros asientos no estén juntos, con seguridad el vagón en el que vamos y el maquinista son los mismos.
A ti, que compartes estos minutos, GRACIAS… Que tengas un “Buen Viaje”…

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