El conejo, en los pueblos anglosajones, simboliza la fertilidad,
porque es uno de los animales con más alta reproducción. Los huevos son signo de
vida, pues por medio de ellos nacen más conejitos, además, los huevos, significan
alimento. El blanco simboliza pureza, la hermosura del acontecimiento.
Cuenta
esta leyenda que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había prestado
José de Arimatea, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado
veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había
muerto.
El
conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que
cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a
quien querían tanto todas las personas.
Así
pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente
el conejito vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló el paño con el que
le habían cubierto la cabeza. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús
salió de la cueva ¡más vivo que nunca!
El
conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar
al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar
tristes porque Jesús había resucitado.
Como
los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo
pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde
entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar
huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó
y hay que vivir alegres.
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