jueves, 21 de mayo de 2020

Tener paciencia a la hora de juzgar


Había un hombre que tenía cuatro hijos. Intentaba enseñarles que no juzgaran las cosas rápidamente; para ello los envió a cada uno por turnos a ver un peral que estaba a gran distancia. El primer hijo fue en el invierno, el segundo en la primavera, el tercero en el verano y el hijo más joven en el otoño.

Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y, juntos, les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo menciono que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía hermoso. Erala cosa más hermosa que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto que tenía, lleno de vida y gozo.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Él les dijo que no se debe juzgar a un árbol, o a una persona, sólo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser sólo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.

Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues la vida sólo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante.
¿No será que nos quedamos con una idea prefijada de una determinada estación de una persona, a partir de la cual la juzgamos el resto del tiempo?
¿No deberíamos entender a las personas como cambiantes y no como inalterables?

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