sábado, 12 de junio de 2021

Almorzando con Dios

Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabía que era un largo viaje hasta donde Dios vivía, así que preparó su mochila con pastelillos y refrescos, y empezó su viaje.
Cuando había caminado un buen rato llegó al parque y se dispuso a descansar, allí se encontró con una mujer anciana. Estaba sentada sola, quieta, contemplando a unas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su mochila. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.
Ella, agradecida, aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció un refresco
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
Así pasaron toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo una sola palabra. Mientras oscurecía, el niño estaba cansado y se levantó para irse, dio unos cuantos pasos, miró hacia atrás, corrió hasta la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo, le dio la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por su cara de felicidad. Entonces le preguntó:
- Hijo, ¿qué has hecho hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
- ¡Hoy estuve merendando con Dios!…
Y antes de que su madre contestara algo, añadió:
- ¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto nunca!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:
- Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:
- ¡Comí con Dios en el parque!… Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
- ¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!

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