lunes, 2 de agosto de 2021

La otra muñeca de sal

De todos es conocido el cuento "la muñeca de sal" de Tony de Mello:
"Una muñeca de sal en busca de su propia identidad recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? Le preguntó al mar la muñeca de sal.
- ¡Entra y compruébalo tú misma! Le respondió el mar con una sonrisa.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:
- ¡Ahora ya sé quién soy!
Otra muñeca buscadora -con la que soñé- también recorrió muchos kilómetros. Cuando ya estaba llegando al mar se encontró con algunos maestros, doctores y eruditos jefes religiosos... Es decir, con muchos "sabios y entendidos" de los que habla el Evangelio. Les rogó que la ayudaran a descubrir quién era ella, de qué estaba hecha y cuál era su destino.
La cogieron de la mano amablemente y la llevaron a una enorme salina cercana. Le enseñaron las cuadriculadas charcas de evaporación. Le hicieron ver el orden, la extensión, las mínimas y seguras profundidades de aquellas parcelas de mar estancado, bien protegidas y controladas.
Le contaron el benéfico influjo del sol, cuyo radiante calor hacia nacer la blanca sal en aquella enorme superficie. Finalmente le mostraron unos montones de sal, bien alineados, dispuestos para abastecer a los consumidores. Todo era tan racional, tan lógico, tan extenso, tan bien organizado, que la muñeca quedó fascinada.
- De aquí saliste, le dijeron. Eres de aquí. Sin este complejo tú no existirías.
- ¿Y cuál es mi destino? -preguntó muy interesada la muñeca-.
- Solo tienes que aprovechar esta sal tan blanca, que conseguimos y guardamos con sumo celo. La apelmazas bien en estos moldes y haces nuevas muñecas semejantes a ti. Así seréis muchas, blanquísimas y brillantes. Ellas serán tus hermanas, tu fraternidad. Con ellas podrás convivir y nunca te encontrarás sola. ¡Ya verás! ¡Vais a poblar toda la tierra! Pero no dejes de usar el molde y presionar bien para que las nuevas muñecas queden bien compactadas y no se disgreguen. Han de ser todas igualitas y perfectas.
A la muñeca viajera le pareció todo tan fácil, tan repetitivo, tan seguro, que creyó haber encontrado su patria y su misión.
Tiempo después me encontré con aquella muñeca de mi sueño y le pregunté:
- ¿Eres feliz? ¿Encontraste lo que buscabas?
- Ya ves -me respondió- estoy en mi cuna, en mi casa, rodeada de todas mis hermanas. Si me rompo por algún lado, enseguida me reparan y me dejan como nueva. ¿Qué más puedo pedir? Aquí me siento segura. Ya no necesito seguir buscando.
Miré su blanca rigidez, aprecié su afanosa tarea. Incluso admiré sus múltiples fabricaciones. Y esbocé una benévola sonrisa.
Cuando ya me alejaba buscando los encajes de espuma de una playa cercana, sentí un extraño escalofrío, me volví y la grité:
- ¡Muñequita! ¡Muñequita! ¡Escapa de la rutina y sigue buscando! ¡Tu verdadera cuna es el mar! Y el eco repitió mi grito: el mar, el mar, el mar…
Llegué a la orilla, metí los pies en el baile del agua y me sentí feliz. Una ola recrecida y juguetona me abrazó y me empapó. Dentro de mí sentí un gozo nuevo y antiguo, un gozo de juventud y eternidad. Y oí claramente la dulce voz de antaño como alegre trompeta nueva: "¡Boga mar adentro!" (Lc 5,4). No pude resistirme y me adentré en el mar.
Desde entonces sueño siempre con agua. Y ya no sé si vivo yo o es el Mar quien vive en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario