domingo, 11 de junio de 2023

El pelícano bueno

El pelícano se posó sobre unas negras rocas, perladas por las gotas de agua marina que llegaban hasta ellas. El ave se encontraba extenuada, estuvo batiendo sus alas varios días en busca de comida, para llevarla a sus crías dejadas en su nido, ubicado en la ladera de un acantilado. Sentía también que sus fuerzas lo abandonaban y pensaba en que si moría debía ser protegiendo a sus hijos, a los que las últimas noches solo había podido proteger del despiadado frío.
Al llegar a su hogar, los pichones; moribundos por la inanición, en una batalla contra la muerte levantan sus peladas cabecitas y abren sus picos, intentando por instinto deglutir el inexistente alimento, mientras tanto… chillan…
Ante ello, el pelícano sabe que solo tiene un camino que tomar. Y con su afilado pico se abre una herida en el blanco pecho, de ella extrae trozos de su propia carne, y los reparte a sus crías, las cuales aún ciegas y sin entendimiento, son ajenas al sacrificio de este. El pelícano, ahora con el pecho ensangrentado y dolido, puede observar a la muerte alejarse de sus pequeños, pero venir por él.
Es por eso que los primeros cristianos no dudaron en utilizar la imagen del pelícano para simbolizar el sacrificio de Cristo. Por ese motivo el pelícano aparece representado en muchos sagrarios.

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