jueves, 2 de marzo de 2023

El país de las cucharas largas

                     De Jorge Bucay

Los cuentos fueron hechos para contarse, no importa quién los cuente, no importa quién los hace, lo que importa es que se cuente.
Se cuenta que aquel hombre había viajado mucho a lo largo de su vida; había visto cientos de Países reales o imaginarios, uno de los viajes que más recordaba era su corta visita al país de las cucharas largas.
Había llegado a la frontera, por casualidad el sinuoso camino terminaba en una sola casa enorme, al acercarse notó que la mansión parecía dividida en dos pabellones una al oeste y una al este, estacionó el coche y se acercó a la casa, en la puerta un cartel anunciaba: “País de las cucharas largas”. Este pequeño país consta sólo de dos habitaciones llamadas negra y blanca; para recorrerlo debe avanzar por el pasillo hasta que éste se divide, y girar a la derecha si quiere visitar la habitación negra, o a la izquierda si lo que quiere es visitar la habitación blanca.
El hombre avanzó por el pasillo y el azar lo hizo doblar primero a la derecha, un nuevo corredor de unos 50 metros terminaba en una puerta enorme, desde los primeros pasos por el pasillo empezó a escuchar los ayes y quejidos que venían de la habitación negra, por un momento las exclamaciones de dolor y sufrimiento lo hicieron dudar pero siguió adelante, llegó a la puerta la abrió y entró, sentados alrededor de una mesa enorme había cientos de personas en el centro de la mesa estaban los manjares más exquisitos que cualquiera podría imaginar, y aunque todos tenían una cuchara con la cual alcanzaban el plato central se estaban muriendo de hambre, el motivo era que las cucharas tenían el doble de largo de sus brazos y estaban fijadas a sus manos, de este modo todos podían servirse pero nadie podía llevarse el alimento a la boca, la situación era tan desesperante y los gritos tan desgarradores que el hombre dio media vuelta y salió casi huyendo del salón.
Volvió al hall central y tomó el pasillo de la izquierda que iba a la habitación blanca, un corredor igual al otro terminaba en una puerta similar la única diferencia era que en cambio no se oían gritos, ni quejidos, ni lamentos. Al llegar a la puerta el explorador la abrió y entró en el cuarto, cientos de personas estaban también sentados en una mesa igual que en la habitación negra, también en el centro había manjares exquisitos, también cada persona tenía una cuchara larga fijada a su mano pero nadie se quejaba ni lamentaba, nadie estaba muriendo de hambre, porque todos se daban de comer unos a otros.
El hombre sonrió, se dio media vuelta y salió de la habitación blanca, cuando escuchó el clic de la puerta que cerraba, se encontró de pronto y misteriosamente en su propio coche.

Moraleja: Este cuento sobre la solidaridad y la empatía, nos enseña a reflexionar que cuando se lucha sólo por alimentarse a uno mismo, todo el mundo pasa hambre. Pero cuando nos centramos en el hambre de nuestro vecino, encontraremos que hay manera de alimentar a todo el mundo.

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