Hace tiempo leí una historieta que me gustó.
En una leprosería había un leproso que se pasaba el día encerrado en sí mismo, triste y sin esperanza. Hasta que un día comenzó a sonreír.
Todo el mundo se preguntaba qué había pasado. Y se dieron cuenta de que todas las mañanas se asomaba al muro que lo separaba de la calle.
Se subía al muro para poder mirar a la calle. Bajaba y comenzaba a sonreír.
Llenos de curiosidad se acercaron. Una señora todos los días pasaba a esa hora por allí. Esperaba ver al leproso. Y desde la calle le regalaba una sonrisa.
Y esto era suficiente para hacerle feliz a aquel hombre lleno de angustia y tristeza durante todo el día.
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