domingo, 26 de marzo de 2023

Confesar a un moribundo

En cierta ocasión a San José María Rubio, S.J. (fallecido en 1929), una mujer mayor le dijo:
— Venga esta tarde a confesar a un moribundo, y le dio la dirección.
Cuando el P. Rubio llamó a la dirección indicada abrió un joven, que no tenía aspecto de estar enfermo. Pensando que podría haber otra persona, dio el nombre del indicado por la señora como moribundo.
— Soy yo, respondió.
— Perdone, me habían dicho que había un moribundo.
El hombre se echó a reír. Al ver el aspecto cansado del sacerdote lo invitó a pasar y sentarse. Allí pudo ver la foto de la misma señora que aquella mañana le había dado la dirección del “enfermo”.
— Es mi madre, respondió el joven; pero hace mucho que falleció.
— Sí, pero esa es la mujer que me ha dado su nombre y dirección, y que me ha dicho que viniera a confesar a un moribundo a esta casa.
— Espere un poco –dijo el hombre impresionado– y confiéseme.
A la mañana siguiente el joven fue encontrado muerto en la cama…

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