lunes, 8 de enero de 2024

El regalo de las hadas

Cuando nace una niña, o un niño, en el País de las Hadas se fabrica sin descanso polvo de hadas.
Durante todo el día y toda la noche las hadas mezclan sus distintos poderes para fabricar la poción milagrosa que proteja al niño recién nacido. Cuando está lista… la meten en un botecito de cristal que cierran con un corcho y lo preparan para hacerlo llegar al mundo real.
Las personas mayores no pueden ver a las hadas, sólo los niños son capaces de percibir el regalo que les hacen al nacer. Y volando, después de dejar un besito en sus mejillas, se esconden bajo sus cunas hasta que, poco a poco, todas las personas de la familia se acercan a conocer al recién nacido. Ellas esperan bien escondidas para descubrir a cuál de todas las personas que van a ver al pequeño le hace más ilusión tomarlo entre sus brazos.
Cuando contemplan la sonrisa de la verdadera ilusión en una de las caras, vuelan por encima de la cabeza de esa persona y derraman el polvo de hadas para convertirlas en hadas madrinas… o padrinos, guardianes de la felicidad de esos niños.
Así fue cuando nació Arlet. Las hadas eligieron a su tía Merche para que compartiera todas las cosas que iban a ser especiales en la vida de la niña y para que la cuidara como un tesoro.
A las dos les encanta pasar tiempo juntas, elegir ropa preciosa, hablar de princesas, leer cuentos… o estar con Joan y jugar.
Cuando nacieron Miriam, Noelia y Ainhoa… las hadas derramaron su polvo mágico de un color tan brillante y amarillo como el del sol sobre 
sus tías Patricia y Ana; y cuando nació Ceci… repartieron el polvo de hadas rojo de los corazones, sobre su tía Isabel.
Y allí donde nace un niño o una niña… las hadas preparan una visita y eligen un representante suyo en la tierra. Pero no se lo digáis a nadie.
Sólo hay una persona mayor que conoce el secreto de las hadas. Se llama Esperanza y es un “Hada madrina”.
Pero ese es otro cuento… Otro día… os lo cuento.

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