domingo, 24 de marzo de 2024

El arquero y el vendedor de aceite

Un habilidoso arquero se ganaba la vida viajando de pueblo en pueblo y preparando espectaculares exhibiciones públicas. Todo el mundo admiraba su destreza con el arco y las flechas.
El arquero era capaz de acertar con su flecha justo en el centro de otra a gran distancia. Fue mejorando, poco a poco y con ello fue creciendo su ego. Por supuesto, se creía el mejor arquero del mundo.
Un día, en plena exhibición con su arco en medio de un pequeño pueblo, entre gritos de admiración y aplausos, escuchó una voz que decía:
– Buah, eso es solo cuestión de práctica.
El arquero al principio se sintió molesto, pero continuó con su exhibición. Se concentró y consiguió su siguiente reto. Pero una vez más, entre los aplausos, escuchó la misma voz que decía:
– Lo dicho… es cuestión de práctica.
Al arquero le costó concentrarse para su último reto. No podía creer que alguien pusiera en duda sus habilidades. Y al terminar su última prueba, y aunque la mayoría le aplaudió muchísimo, volvió a escuchar ese.
– Todo eso solo cuestión de práctica.
El arquero, dolido por esa crítica, esperó a que se marchara la mayoría de personas para intentar averiguar quién era el responsable de estas palabras. Al fondo, pudo ver a un hombre junto a unas garrafas de aceite. Se acercó y le preguntó:
– ¿Eras tú el que decía todo el tiempo que lo mío es solo cuestión de práctica?
– Sí, he sido yo -contestó él sin dudar- Y es la verdad.
– ¿Cómo puedes decir eso -dijo ofendido el arquero- lo mío es una gran habilidad. Nadie es capaz de hacer lo que yo hago.
– Bueno -dijo entonces el vendedor de aceite- Si yo practicara, podría hacerlo.
– Si solo fuera cuestión de práctica, todo el mundo podría hacer lo que hago, y no conozco a nadie que lo haga -volvió a decir el arquero.
– Espera -dijo el vendedor de aceite- Te enseñaré algo para que lo entiendas.
Y entonces, sin decir más, sacó una moneda de su bolsillo. Tenía un pequeño agujero justo en el centro. Colocó la moneda sobre el estrecho cuello de una botella y, desde lo alto, comenzó a verter aceite de su garrafa en la botella. El aceite pasó justo por el agujero de la moneda y llenó la botella sin derramar ni una sola gota. Entonces, el vendedor de aceite dijo:
– He estado practicando esto desde que era niño. No conozco a nadie que lo haga. ¿Quieres intentarlo?
Y el arquero, asombrado, le dijo que no con la cabeza, recogió sus flechas y se fue, con una gran lección de humildad aprendida.

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