Por las demás víctimas, heridos de distinta consideración, que habrán de superar las secuelas del horror experimentado en esos minutos de pánico y muerte.
Por los familiares y amigos que tienen que afrontar las consecuencias de este terrorismo salvaje.
Por los fanáticos que creen que la violencia consigue algo, para que abran los ojos, el corazón y la entraña a una lógica que no se basa en el odio o la destrucción.
Por quienes tienen que intentar que esto no ocurra: autoridades, fuerzas de seguridad y tantos otros. Que sigan haciendo su trabajo con convicción, con paciencia, con generosidad y con perseverancia, aunque a veces el agresor consiga golpear.
Por las gentes de paz que, ante esto, serán señaladas injustamente, por entrar en una etiqueta, una categoría o una adscripción religiosa. Por la paz. Que se convierta en clamor, en camino y en resultado.
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