miércoles, 29 de abril de 2020

Un sabihondo en el tren


Un joven universitario se sentó en el tren frente a un señor de edad, que estaba rezando el rosario. El muchacho, con la arrogancia de los pocos años y la pedantería de la ignorancia, le dice:
- "Parece mentira que todavía crea usted en esas antiguallas...".
- "Así es. ¿Tú, no?", le respondió el anciano.
- "iYo! -dice el estudiante lanzando una estrepitosa carcajada-. Créame: tire ese rosario por la ventanilla y aprenda lo que dice la ciencia".
- "¿La ciencia? -pregunta el anciano con sorpresa-. Yo no lo entiendo así. ¿Tal vez tú podrías explicármelo?".
- "Deme su dirección -replica el muchacho, haciéndose el importante y en tono protector-, que le puedo mandar algunos libros que le podrán ilustrar".
El anciano saca de su cartera una tarjeta de visita y se la alarga al estudiante, que lee asombrado:
"Louis Pasteur. Instituto de Investigaciones Científicas de París".
El pobre estudiante se sonrojó y no sabía dónde meterse. Se había ofrecido a instruir en la ciencia al que, descubriendo la vacuna antirrábica, había prestado, precisamente con su ciencia, uno de los mayores servicios a la humanidad.
Pasteur, el gran sabio que tanto bien hizo a los hombres, no ocultó nunca su fe ni su devoción a la Virgen.
Y es que tenía, como sabio, una gran personalidad y se consideraba consciente y responsable de sus convicciones religiosas.
¿Te parece que la fe es algo de pasado? ¿Qué te parece que aporta la fe a las personas?

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