Un joven
universitario se sentó en el tren frente a un señor de edad, que estaba rezando
el rosario. El muchacho, con la arrogancia de los pocos años y la pedantería de
la ignorancia, le dice:
- "Parece
mentira que todavía crea usted en esas antiguallas...".
- "Así es.
¿Tú, no?", le respondió el anciano.
- "iYo!
-dice el estudiante lanzando una estrepitosa carcajada-. Créame: tire ese
rosario por la ventanilla y aprenda lo que dice la ciencia".
- "¿La
ciencia? -pregunta el anciano con sorpresa-. Yo no lo entiendo así. ¿Tal vez tú
podrías explicármelo?".
- "Deme su
dirección -replica el muchacho, haciéndose el importante y en tono protector-,
que le puedo mandar algunos libros que le podrán ilustrar".
El anciano saca
de su cartera una tarjeta de visita y se la alarga al estudiante, que lee asombrado:
"Louis
Pasteur. Instituto de Investigaciones Científicas de París".
El pobre estudiante
se sonrojó y no sabía dónde meterse. Se había ofrecido a instruir en la ciencia
al que, descubriendo la vacuna antirrábica, había prestado, precisamente con su
ciencia, uno de los mayores servicios a la humanidad.
Pasteur, el
gran sabio que tanto bien hizo a los hombres, no ocultó nunca su fe ni su
devoción a la Virgen.
Y es que tenía,
como sabio, una gran personalidad y se consideraba consciente y responsable de
sus convicciones religiosas.
¿Te parece que
la fe es algo de pasado? ¿Qué te parece que aporta la fe a las personas?
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