Un
amigo quería consolar a Abraham Lincoln, entonces presidente de los EE.UU. Eran
momentos difíciles, cuando todo parecía irle mal.
- “Espero que Dios esté de su
lado” le dijo el amigo. Y Lincoln le contestó:
-
“No me preocupa semejante cosa, porque bien sabemos que Dios está siempre con
la justicia. Mi preocupación y mi plegaria es que esta nación y yo estemos
siempre del lado de Dios.
-
Padre, me rogaba una madre, le pido que ponga las manos sobre la cabeza de mi
hijo para que Dios lo proteja siempre y no aleje sus manos de él.
-
Voy a rezar, le respondí, para que este hijo suyo no deje de tener la cabeza
bajo las manos de Dios.
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