Érase una
montaña muy alta, en ella vivían dos árboles; un roble duro y serio y, un pino blando
y tierno.
Un día sopló un
viento muy fuerte.
- Yo soy muy
fuerte y no me asusta, dijo el roble.
El pino más sencillo
dijo:
- Ese viento es
peligroso.
Pero el roble
comenzó a doblarse y el pino le dijo,
- Si no te
doblas te partirás.
- Soy muy fuerte
y aguantaré –contestó el orgulloso roble.
El pino no se partió
ni una sola rama, pero el viento sopló más fuerte y el roble empezó a partirse
por la mitad.
El pino viendo
que el roble se doblaba decidió ayudarle, soportando el peso de su amigo y así evitar
que se partiera. El pino sentía un gran cansancio.
Paró el viento
y entonces dijo el roble:
- Amigo pino,
¡qué gran amigo eres tú! Te has sacrificado por mí, incluso te despreciaba por
tu debilidad. Me has demostrado que la debilidad en algunos momentos de la
vida, es lo que más fuerza nos da. Hay que ser flexible y eso te permite tolerar
los vientos más fuertes. Me has enseñado que la fuerza está en la amistad y en la
tolerancia.
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