viernes, 25 de septiembre de 2020

Discriminación

La mujer le preguntó: ¿A cuánto estás vendiendo los huevos?
El viejo vendedor respondió: a 20 céntimos el huevo, señora.
Ella le dijo: Póngame 6 huevos por 1€ o me iré.
El anciano vendedor respondió: Esta bien señora, llévelos al precio que usted quiera. Puede ser, que este sea un buen comienzo, porque hoy no he podido vender ni un solo huevo.
Ella tomó los huevos y se fue sintiendo que había ganado. Se subió a su automóvil y se fue a un elegante restaurante con una amiga.
Allí, ella y su amiga, escogieron de la carta lo que más les gustaba. Comieron un poco y dejaron mucho de lo que pidieron. Luego ella fue a pagar la cuenta. La factura le costó 180€. Ella dio 200 € y le pidieron al camarero del restaurante que se quedara con el cambio.
Este suceso puede ser bastante normal para el camarero pero muy doloroso para el pobre y anciano vendedor de huevos.
Alguna vez leí en alguna parte: "Mi padre solía comprar productos simples a los pobres a precios altos, aunque no los necesitaba. A veces solía pagarles más. Me preocupé por este acto y le pregunté por qué lo hacía. Entonces mi padre respondió: Es una caridad envuelta en dignidad, hija mía”.

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