miércoles, 23 de septiembre de 2020

El "fracaso" del párroco

El cura de un pequeño pueblo llegó a la iglesia animado y motivado para celebrar la Misa vespertina. La hora pasaba y la gente no llegaba. Después de 15 minutos de retraso, entraron tres niños; después de 20 minutos entraron dos jóvenes.
Así que el sacerdote decidió comenzar la Misa con las cinco personas.
En el transcurso de la Misa, entró una pareja que se sentó en los últimos bancos de la iglesia.
Cuando el sacerdote hacía homilía, entró otro señor, sucio, con una cuerda en la mano.
Decepcionado y sin entender por qué tan poca participación de los fieles, el sacerdote celebró la Misa con más ánimo que nunca y predicó con dedicación y celo.
Cuando volvía a casa fue asaltado y golpeado por dos ladrones que le quitaron el maletín donde estaban su Biblia y otras pertenencias de valor.
Llegado a la casa parroquial, limpiándose las heridas, describió ese día como: el día más triste de su vida, el día más fracasado de su ministerio, el día más infructífero de tu carrera.
Pasados cinco años, el sacerdote decidió compartir esta historia con los feligreses. Cuando terminaba de contar la historia, una pareja muy conocida en esa parroquia lo paró y dijo:
- Padre, la pareja de la historia que se sentó en el fondo éramos nosotros. Estábamos al borde de la separación por muchos problemas y desacuerdos que había en nuestro hogar. Esa noche decidimos nuestro divorcio, pero primero quisimos venir a la iglesia para dejar nuestras alianzas y luego cada uno seguiría su camino. Después de escuchar su homilía paramos la separación esa misma noche. Y aquí estamos hoy con el hogar y la familia restaurados.
Mientras la pareja hablaba, uno de los empresarios más exitosos que ayudaba en el sustento de esa iglesia saludó, pidiendo hablar y dijo:
- Padre, soy el señor que entró medio sucio con una cuerda en la mano. Yo estaba al borde de la quiebra, perdido en las drogas, mi esposa y mis hijos se habían ido de casa cansados de mis agresiones. Esa noche traté de suicidarme, pero la cuerda se rompió. Así que decidí comprar otra. Cuando iba a comprar otra cuerda, vi la iglesia abierta, decidí entrar tal como iba, sucio y con la cuerda en la mano. Esa noche, su homilía traspasó mi corazón y salí de aquí con ánimo de vivir. Hoy estoy libre de las drogas, mi familia volvió a casa y me convertí en el mayor empresario del pueblo.
En la puerta de la entrada de la sacristía, el Diácono gritó:
- Padre, fui uno de esos ladrones que lo robaron. El otro murió esa misma noche cuando realizábamos el segundo robo. En su maletín, había una Biblia. La leí cada día al despertarme por la mañana. Después de tanto leer, decidí acudir esta iglesia.
El Padre se quedó en estado de shock y empezó a llorar junto con los fieles.
Después de todo, esa noche que consideraba como una noche de fracaso fue una noche con muchos y buenos frutos.

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