jueves, 29 de octubre de 2020

¡Y luego… morir!

En cierta ocasión se encontró San Felipe con un desconocido sacerdote, que había llegado a Roma con la esperanza de poder “hacer carrera”.
– Bienvenido seas, querido amigo –le dijo el santo. ¿Qué de bueno te ha traído hasta estos lugares?
– Padre tantos en Roma consiguen buena fortuna que hasta yo echaré suertes aquí para ver qué sucede.
– ¿Y qué pretendéis con eso? ¿Qué cargo podréis recibir?
– ¿Qué pretendo? La mitra no estará mal; quizás algunas prelaturas y ¿quién sabe? ¿Por qué no el “cappello” cardenalicio?
– Y luego…, cuéntame ¿qué más?
– Luego, ya con las primeras prebendas se continúa y con una buena carrera podría obtener alguna nunciatura.
– ¿Y luego?
– Luego… Usted sabe… de entre los cardenales se elige al Papa. ¿Quién sabe?
– ¿Y luego…? Imaginemos que lo eligieran Papa…
– “¿Y luego…?”, “¿y luego…?”; pero, me da risa tantos “y luego…”. ¡Luego morir, naturalmente!
Llegados a este punto, San Felipe lo abrazó estrechamente y le dijo al oído:
– Señor canónico, y luego morir, y luego morir, y luego morir…
Y guiñándole el ojo, le sonrió apaciblemente y saludándolo lo dejó.
Le había dado una lección de humildad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario