viernes, 5 de febrero de 2021

Confesiones de Dios

Cada vez que nace un niño sigo confiando en vosotros,

porque entregaros un hijo es delegar mucho de mí en vosotros:
es haceros continuadores de mi obra, portadores de mi Espíritu,
padres y madres de mi evangelio vivo
y cuna del mundo al que tanto quiero.
Todo niño viene a través vuestro,
y toda buena noticia se encarna en vuestro seno.
Pero la fuente de la vida, que encontró cauce en vosotros,
tiene su origen en mis entrañas
y en el amor desbordado que a veces os alcanza.
Acostumbraos, pues, a verme en ellos;
en su frágil transparencia son mi presencia que os ilusiona,
mi navidad más humana, mi palabra encarnada,
verdaderos sacramentos en la historia.
En ellos abrazáis mi ternura hecha carne vuestra;
en ellos os solidarizáis con mi debilidad e impotencia,
y también con mis sueños y esperanzas más íntimas.
Deteneos de vez en cuando ante ellos, contempladlos despacio:
estáis ante el misterio de la vida, ante el milagro del amor,
ante la mejor buena noticia, gratuita.
Permanezco junto a vosotros, día y noche,
empeñado en cuidarlos, y cuidaros con mimo para que crezcan
y continúen mi obra, -la vuestra, la nuestra, entendámonos-.
Contad siempre conmigo.
Yo me alegro de poder contar con vosotros.

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