sábado, 6 de febrero de 2021

Que tu gracia inspire mis obras, Señor

Señor, Tú sabes que es verdad:
Nada quiero que Tú no quieras, ni nada deseo hacer que Tú no hagas conmigo.
Cuando obro sin ti, obro frecuentemente contra mí.
No es obrar verdadero el que en ti no echa raíces.
Tú eres la buena tierra en que mi vida se convierte en cosecha de frutos apetecibles.
Tu voluntad de amor acoge mi entrega en el trabajo de cada día
para hacerla vida compartida, alegría del bien común.
No te extrañe, pues, Señor, que insistentemente te pida:
“Que tu gracia inspire mis obras”;
lo que significa, en primer lugar, que nunca haga yo lo contrario a tu voluntad.
Pero, Señor, ¿no es ésta una súplica muy atrevida?
¿Le es siempre al hombre peregrino obrar de acuerdo con tu voluntad eterna?
Me inclino a pensar que no. El humano es demasiado frágil,
demasiado incompleto para que sus obras puedan ser perfectas.
¿Acaso no nos dio testimonio tu apóstol, cuando reconocía en sí mismo
que el bien que quiero no lo hago, y el mal que no quiero sí lo hago?
Pero, Señor, ¿tu poder no es más grande que nuestra flaqueza?
¿Por qué, pues, me dejas hacer el mal que no quiero?
¿No queda afeado mi testimonio sobre ti a causa de mis pecados?
Señor, lo que importa es que, aun constatando mí pecado,
siga deseando realizar, con todo mi corazón,
lo mejor posible a mi alcance, tu voluntad de bien.
Sí, Señor: Tú me pides más la pureza de intención que la perfección de mis obras.
Y bien parece, Señor, que la obra más perfecta a tus ojos
es la de confiar en tu infinita misericordia,
reconociendo que sin ti no podemos hacer nada.
Con todo, Señor, te sigo pidiendo: Inspira Tú todas mis acciones.
Que no las inspire el orgullo de la razón ni la ambición de la carne…

No hay comentarios:

Publicar un comentario