sábado, 1 de febrero de 2025

Cita a ciegas

John Blanchard acudía a la biblioteca para echar un vistazo a los libros de diferentes temas. Era un hombre muy culto. En cierta ocasión encontró uno que le llamó la atención. No por su contenido, sino por las notas que tenía escritas a lápiz... que dejaban entrever, un gran corazón y un alma sensible en quien las escribió. En la contratapa estaba el nombre de la anterior dueña del libro, "Holliz Meiner"
Llevado por la curiosidad, y con mucho tiempo y esfuerzo, se puso manos a la obra para localizarla...
Parecía imposible, pero después de un buen tiempo... encontró su dirección en Nueva York y le envió una carta en la que se presentaba invitándola a responder a su carta.
Pero al siguiente día, John fue enviado a servir al otro lado del océano. Esto fue, en tiempo de la segunda guerra mundial. Durante 13 meses se enviaron mucha correspondencia, y así se fueron conociendo. ¡Esas cartas eran semillas que caían en corazones fértiles!... Y empezó a florecer un precioso romance.
En varias ocasiones, él le pidió que le enviara una foto... a lo cual ella contestaba una y otra vez que si estaba interesado de verdad, no tenía que importarle su apariencia... Recalcando "a mí me interesa que conozcas mi corazón, mi alma, lo demás es secundario. Después de ese año John regresó a casa. El preparó su primer encuentro entre ellos... Sería a las 7 de la tarde, en la estación de Nueva York.
Y ella le respondió: “me reconocerás por una orquídea que llevaré en la solapa de mi vestido”.
Ese día John a las 7 salió en busca del corazón que amaba, pero que todavía no conocía. ¡Era una cita a ciegas! Y así contó John este encuentro:
Llegué a la estación... vi que una mujer se acercaba a mi... Era mucho más bella de lo que me había imaginado... delgada, con una figura armoniosa, tez blanca, ojos bien grandes y expresivos, una sonrisa que enamoraba, cabello dorado recogido impecablemente debajo de un sombrero adornado con flores, y unos labios muy sensuales... Estaba enfundada en un maravilloso vestido verde. Me acerqué a ella lentamente olvidando el detalle de la orquídea que no llevaba así que cuando estaba cara a cara la dama lanzó una sonrisa provocativa...y me dijo: - Mira por dónde caminas marinero... Y acto seguido siguió su camino. Entonces tras ella venía una dama... con un vestido viejo, con una orquídea en la solapa... Se diría que no pasaba por sus mejores años... Su pelo estaba revuelto y llevaba un viejo sombrero. Los pies y tobillos gruesos... Tenia unos zapatos de tacón bajo, maltratados por el tiempo...
Mientras miraba este cuadro, la hermosa dama de vestido verde se alejaba cada vez más.
En ese momento estuve tentado de escapar, salir corriendo y perderme entre los marineros...
Ella jamás sabría si fui a la cita o no... Pero a la vez, me sentí un canalla, porque a pesar de todo esta mujer me había levantado el espíritu durante la guerra y tenía un alma muy sensible y un buen corazón.
La desilusión fue tremenda... no era lo que yo esperaba. Pero soy un caballero, así que respiré profundamente y me acerqué a ella… Me presenté: - soy John Blanchard ¿Me permite invitarla a cenar?... ¡Me alegró que por fin nos hemos conocido personalmente!
La mujer me sonrió tiernamente y me dijo:
- Mire, no sé de qué se trata... pero la mujer que acaba de pasar, la del vestido verde, me dijo que llevara esta orquídea en mi abrigo. Y me dijo que si un señor me invitaba a cenar, yo le debía decir que ella lo estaría esperando en el restaurante que está al otro lado de la calle.
Me dijo que esto era una prueba muy importante para ella... porque necesitaba que usted amara lo que nadie más puede hacer... su esencia.

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