Érase una viga de hierro muy dura que
había que romper.
- "Yo haré el trabajo", dijo
el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su
filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes.
- "Déjame a mi", dijo la
sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se
gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
- “Ah, dijo el martillo, ya sabía yo
que no lo ibais a conseguir. Miradme a mí”. Y después del primer golpe, el
martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual.
- "¿Me dejáis intentarlo?",
preguntó tímidamente la llama de fuego.
- "¡Ni lo intentes!", le
contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer
tú?"
Pero la llama abrazó el hierro, lo
calentó y no lo dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa.
La perseverancia de la pequeña llama
rompió la viga de hierro.
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