Pedro Pablo Sacristán
La
señorita Elisa entró aquel día en clase acompañada de una mujer joven y dos niñas.
- "Hoy he traído conmigo a Cenicienta y Blancanieves, que han venido acompañadas por Cruela, su madrastra".
Aquella presentación, como siempre, anticipaba que aquel día descubrirían algo interesante, y que su profesora lo había preparado con cuidado. Cuando todos se sentaron, y la señora Cruela se disponía a hablar, se apagaron todas las luces de la clase. En medio de la oscuridad, se oyeron dos bofetones tremendos, y al momento se escuchó el llanto de Cenicienta y Blancanieves. En ese momento, volvieron las luces, y todos pudieron ver a ambas niñas llorando.
- "Hoy he traído conmigo a Cenicienta y Blancanieves, que han venido acompañadas por Cruela, su madrastra".
Aquella presentación, como siempre, anticipaba que aquel día descubrirían algo interesante, y que su profesora lo había preparado con cuidado. Cuando todos se sentaron, y la señora Cruela se disponía a hablar, se apagaron todas las luces de la clase. En medio de la oscuridad, se oyeron dos bofetones tremendos, y al momento se escuchó el llanto de Cenicienta y Blancanieves. En ese momento, volvieron las luces, y todos pudieron ver a ambas niñas llorando.
-
"Quién ha sido", preguntó la señorita Elisa.
Sin
dudarlo, todos señalaron a la madrastra. La madrastra negó con la cabeza, pero
en ese momento volvió a irse la luz, y dos sonoros tortazos cruzaron la clase, y
los llantos de Clara y Felipe continuaron la historia. Al volver la luz, ambos estaban
llorosos, mirando con enfado a la madrastra, a la que todos apuntaban con el dedo.
Cuando la madrastra comenzaba a hablar haciéndose la inocente, una vez más se
fue la luz.
Pero
esta vez tardó sólo un par de segundos en volver, y entonces todos pudieron ver
la escena: Cenicienta y Blancanieves corrían hacia Carla y Roberto con el brazo
en alto, dispuestas a soltar otro bofetón. Al momento, todos los niños de la
clase pedían perdón a la señora Cruela, quien resultó ser una mujer muy amable
y simpática, que no sabía qué hacer con sus revoltosas hijastras, a las que quería
con locura, pero que no dejaban de liarla allá por donde iban...
-
"Y eso es lo que quería enseñaros hoy, chicos, terminó la señorita Elisa, dejarnos
llevar por prejuicios basados en cosas superfluas, como la raza, la belleza, o
incluso el nombre, es lo más injusto que podemos hacer. ¿No os parece?"
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