En
cierta ocasión -según cuentan los Maestros zen- una anciana, en plena estación
de lluvias, fue en peregrinación a un lejano santuario, situado en una montaña.
De camino se detuvo en una posada para pedir alojamiento y pasar la noche antes
de comenzar el ascenso a la montaña sagrada.
-
No podrá trepar, por el resbaladizo barro de la montaña con este tiempo. Es imposible
-le dijo el posadero.
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Será muy fácil -contestó la anciana-. Mi corazón lleva años allí. Ahora sólo es
cuestión de llevar el cuerpo.
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