martes, 22 de octubre de 2019

La flor y la mariposa


                      Del libro “El Silencio del Alma”

En el jardín de un pequeño pueblecito, había una vez una flor. Era la flor más bonita de todo el parque, aunque durante los últimos siete años hubiera perdido parte de su esplendor, pues el jardinero se había olvidado de ella y no la cuidaba como necesitaba. No la regaba, no la abonaba y lo que era peor, no le daba su cariño y la flor ya no parecía la misma de antaño. Ella se sentía muy triste y abandonada, ningún pájaro iba ya a jugar con ella, pues ninguno se sentía atraído por su color ni por su aroma.
Pero un día de primavera una mariposa blanca volaba casualmente por allí y se posó en la flor. Estaba un poco perdida y necesitaba tomar fuerzas para volver a casa. La flor se sentía tan feliz al ver a la mariposa a su lado que se abrió todo lo que pudo y enseñó sus más bellos colores y su más preciado olor. Hacía tiempo que no mostraba lo mejor de sí misma y al hacerlo se sentía bien. La mariposa que casi no había reparado en la flor, poco a poco se fue dando cuenta de lo bella que era y de cómo le cuidaba con su aroma. Entre ambas surgió una atracción instantánea y tanto la mariposa blanca como la flor intentaban dar a la otra lo mejor de sí mismas.
La mariposa tuvo que regresar a su casa pero prometió volver al día siguiente. Así, día tras día, entre ambas surgió un amor que pocos podían comprender.
- “Mariposa, tú no puedes enamorarte de una flor, es una planta. Además fíjate cuántas más flores hay, ella es sólo una más”.
- “No es una más, es mi flor, la más bella para mí, ella es con la que quiero estar todos los días de mi vida”.
- “Flor ¿cómo se te ocurre enamorarte de una mariposa? Fíjate en su belleza y en la gracia de su vuelo. Tú para ella sólo eres una flor más”.
- “Me da igual, sólo saco lo mejor de mí cuando está ella. Únicamente ella me hace sentir la más bella flor del jardín”.
Una mañana nublada, Pilar la pintora, llegó hasta el jardín con intención de pintar un cuadro. “Es una pena el día que ha salido hoy, nublado, qué poca luz y color hay, todas las flores están cerradas”.
Pero en ese momento vio a la mariposa blanca revoloteando alrededor de una bella flor. No podía creer lo que veía, la escena irradiaba luz y color. La mariposa abriendo y cerrando sus alas blancas jugaba con una flor resplandeciente de color y orgullosa de su esplendor. El amor que sentían ambas era como un oasis de luz y color en el gris jardín.
La escena era tan preciosa que rápidamente la pintora se dispuso al trabajo. Se sentó y dejó que sus pinturas reflejasen lo que estaba viendo. Y sin que se diera cuenta del tiempo transcurrido, había acabado el cuadro. Había estado en trance, era como si el cuadro se hubiera pintado solo, como si la belleza de la escena la hubiera utilizado a ella para inmortalizarse.
No se sabe si la mariposa dejó a su familia y se fue con la flor. No se sabe si con el tiempo la flor se marchitó o si el frío invierno acabó con la mariposa blanca. Lo que sí sabemos es que el instante de amor de aquella tarde quedó reflejado en el cuadro para siempre. Un instante de amor perfecto, un instante en el que mariposa y flor fueron UNO para siempre, un instante llamado Eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario