Soy
un experto en huellas. Estudiando las huellas he detenido a muchos ladrones y
asesinos.
Un
día me llamó el director del departamento de seguridad y me dijo:
-
Tengo un nuevo caso para usted. Quiero que descubra el camino por el que va a
venir Dios. Usted es un experto en huellas, confío en que lo resolverá.
Salí
a la calle, recorrí caminos y avenidas, pregunté a los seguidores de ese tal
Jesús, examiné muchas huellas y por primera vez en mi vida sentí que el caso se
me escapaba de las manos.
Decidí
abandonar el caso y, una mañana, muy desilusionado, me dirigí a la oficina del
director de seguridad.
En
mi camino leí el rótulo de un escaparate que decía: “Los zapatos de Dios”. Entré
y le expliqué al anciano que la regentaba mi gran problema. Éste me escuchó con
mucha atención y entró en el interior de la tienda y me sacó unos zapatos
desgastados, sin marca alguna y que no eran de mi número. Eran más pequeños.
Tanto
me insistió el buen hombre que me los puse y salí a la calle con los zapatos
puestos.
Lo
que pasó a continuación es un misterio.
La
tienda fue derribada para edificar apartamentos de lujo. Yo decidí largarme a
Nueva York.
Así
que amigos, como el caso está aún sin resolver, os invito a hacerse cargo de
él. Tenéis dos pistas fiables.
Primera.
Debéis poneros los zapatos de Dios, calza el mismo número que tus hermanos más
pobres y menos queridos.
Segunda.
Las huellas de Dios son las huellas de la humanidad pobre y necesitada.
Si
seguís estas huellas descubriréis el camino por el que Dios viene a vuestra
vida y experimentaréis la alegría de la salvación.
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