jueves, 27 de agosto de 2020

Plegaria por su madre

              San Agustín, Confesiones. 9,35-37

 Mónica había dicho a sus hijos: «Enterrad este cuerpo en cualquier parte. Solamente os ruego que os acordéis de mí ante el altar del Señor, doquiera os encontréis». 

Alabanza mía y vida mía y Dios de mi corazón. 
Te pido ahora perdón por los pecados de mi madre. 
Oyeme, Medicina de nuestras heridas, que pendió del leño de la cruz, 
y sentado ahora a tu diestra «intercede contigo por nosotros». 
Yo sé que ella obró misericordia y perdonó de corazón a sus deudores; 
perdónale también sus deudas, si alguna contrajo después de su bautismo. 
Perdónala, Señor, perdónala y no entres en juicio con ella. 
Triunfe la misericordia sobre la justicia, porque tus palabras son verdaderas 
y prometiste piedad a los misericordiosos, 
tú que tienes compasión de quien la tuviere 
y ofreces misericordia a quien fuere misericordioso. 
Yo bien creo que has hecho con ella lo que te pido, 
pero deseo que apruebes, Señor, los deseos de mi boca. 
Porque estando inminente el día de su muerte, 
no pensó en enterrar su cuerpo con gran pompa 
o en que fuese embalsamado con preciosas esencias, 
ni deseó un sepulcro escogido, 
ni pidió un trozo de parcela en el suelo patrio. 
Únicamente deseó que nos acordásemos de ella 
ante el altar del Señor, al cual había servido sin dejar ni un solo día, 
sabiendo que allí se inmola la Víctima santa. 
A este sacramento ligó tu sierva su alma. 
Nadie la aparte de tu protección. 
Inspira a tus siervos, mis hermanos, a quienes sirvo con el corazón, 
con la palabra y la pluma, 
para que cuantos leyeren estas líneas se acuerden ante tu altar 
de Mónica, tu sierva, y de Patricio, su esposo, en otro tiempo, 
por cuya carne me introdujiste en esta vida no sé cómo. 
Acuérdense todos, a fin de que lo que ella me pidió en su último instante 
le sea concedido más abundantemente 
por las oraciones de muchos y no por mis solas plegarias.

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