martes, 17 de abril de 2018

Salmo a la búsqueda de Dios

Señor, Señor, ¿por qué te escondes de mí de esa manera?
Te llamo con todas mis ansias, te busco en todas direcciones,
grito desesperadamente hacia Ti, me ofrezco a Ti por entero...
¿Qué más quieres?
¿Acaso vas a negarte indefinidamente a escucharme?
Hijo mío, deja de agitarte de ese modo.
¿Cuándo vas a comprender
que no eres tú quien me busca,
sino Yo quien te llamo desde siempre;
que no eres tú quien me reza,
sino Yo quien intenta sin descanso hacerme oír por ti;
que no eres tú quien me desea,
sino Yo quien aspira a ti infatigablemente;
que no eres tú quien me llama,
sino Yo quien, día y noche, llama a tu puerta?
Tus oraciones y tus súplicas
no son sino respuesta a las que yo te dirijo.
Y es que el hambre que tienes tú de Mí
jamás podrá compararse al hambre que Yo tengo de ti.
La sed que tienes tú de Mi agua no se aplacará jamás
si no aprendes, en el silencio
a venir a beber de Mi fuente sin desear ninguna otra.

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