jueves, 2 de abril de 2020

La nubecilla que se convirtió en chaparrón


Hubo una vez una hermosa y resplandeciente nubecilla blanca que disfrutaba viajando y conociendo esos mundos de Dios. Desde allá arriba visitaba miles de paisajes y disfrutaba viendo los bosques, ríos y valles.
Pero un día llegó a un lugar muy seco y comprendió que en el mundo no todo era verde y alegre. Se entristeció mucho al ver aquellas pobres plantas sedientas y casi secas y decidió ayudarlas.
Cuando ya comenzaba a condensarse para dejarse caer sobre la tierra, una fuerte corriente de aire la elevó muchos metros más arriba y desde allí, pudo ver que la tierra seca era mucho mayor de lo que ella había pensado y se entristeció mucho porque no podía ayudar a todas las plantas moribundas. Comenzó a dudar si dejarse caer aquí o allá y no terminaba de decidirse, porque no quería dejar sin ayuda a ninguna planta y llegó al convencimiento de que ella sola apenas podría refrescar a unas pocas plantas.
Entonces, el viento le silbó una idea:
- No eres la única nube del cielo, busca otras nubes y, juntas, podréis regar toda la tierra seca.
La nubecilla se dejó llevar por el viento y buscó otras muchas nubes que quisieran ayudar a la tierra reseca. Buscó primero a los grandes nubarrones negros, pero no quisieron hacerle caso, porque estaban muy ocupados en regar la selva para que crecieran más los grandes árboles.
- Nosotros nos ocupamos de obras importantes y no de tonterías como ésas -le dijeron orgullosos.
Cuando se convenció de que los nubarrones grandes eran demasiado orgullosos y que, aunque eran los que mejor podían ayudar, no lo harían nunca, buscó a otras nubecillas pequeñas, y blancas, y a la pobre niebla, que se arrastra triste y humilde por el suelo, sin poder elevarse y conocer el mundo.
Y con la ayuda del amoroso viento, que le había silbado la idea, fue recorriendo el mundo y encontró muchas pequeñas y blancas nubecillas y muchas tristes nieblas dispuestas a ayudarle. Y se juntaron todas y recorrieron la tierra seca dejando caer sus limpias gotas de vida, hasta que las plantas revivieron y creció un hermoso bosque que desde entonces fue amigo de las nubes y atraía a la lluvia con su verde canto.

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