domingo, 21 de mayo de 2017

El secreto del Sabio chino

Érase una vez que se era, en el antiguo reino de la China, en una aldea en la montaña vivía un sabio muy, muy viejo que nunca había enfermado y que era muy feliz.
De todas partes del mundo llegaban personas buscando a este sabio para conocer el secreto de su longeva y feliz vida.
Un día, un hombre de Occidente intrigado por la fama de este sabio chino, decidió ir a visitarlo a su montaña.
Viajó y viajó y por fin llegó a esta remota aldea, y cansado por el largo viaje, se sentó en un peñasco del camino. Al cabo de un rato apareció ante sus ojos, un ser muy, pero que muy viejito, pero de aspecto ágil, saludable y con una suave y radiante sonrisa en su rostro.
Se levantó corriendo el occidental y fue hacia el anciano y le dijo:
- Sabio, mucho he andado para conocerte.
A lo que el sabio le respondió:
- Si, sí, mucho has andado.
- Quiero saber el secreto de tu vitalidad, longevidad y de esa felicidad que reflejas en el rostro.
- Bueno, dijo el sabio... quizás no te guste mi secreto, quizás te palesca una tontelia...
- No, no, por favor, dijo el occidental, dígamelo.
- Bueno... el secleto es este: Nunca discuto y siemple le doy la lazon a los demás.
- Pero... ¿cómo es eso?, dijo enfadado y sorprendido el viajero. Eso no es posible, no se le puede dar la razón a todo el mundo.
A lo que el sabio le contesto sin inmutarse:
- Si, sí, eso es imposible, no se puede dal la lazon a todo el mundo, y siguió su camino.

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