San Vicente de Paúl, apóstol y testigo de la Caridad de Cristo,
alcánzanos amar a Dios, con nuestros brazos y la ayuda de la gracia divina.
Ayúdanos a abandonarnos a su Providencia,
fieles en descubrir su acción en todos los acontecimientos de nuestra vida.
Sostennos en nuestro deseo de discernir y cumplir la voluntad de Dios.
Obtennos un corazón tierno y compasivo
con las miserias y sufrimientos de los pobres,
especialmente de los más indefensos y abandonados de este mundo,
los preferidos de Dios.
Acompáñanos en nuestro servicio a los hombres
para que, en todas nuestras actividades
de servicio y de evangelización,
seamos personas apasionadas del Evangelio del Amor.
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