Historia perteneciente al libro “El Silencio del Alma”
Durante
15 años estuve trabajando en una empresa comercial. No éramos muchos compañeros
pero intentábamos llevarnos lo mejor posible, sin dejar que el roce del día a
día nos hiciera tener conflictos entre nosotros. Lo que hacíamos era descargar
todos nuestros problemas en el jefe. El era el responsable de la marcha de la
empresa, así que si algo no funcionaba era su responsabilidad. Si algo estaba
mal, era su problema. Y por supuesto, él era el culpable de los malos resultados
económicos y de trabajo. ¿No cobraba más que el resto?, pues que él respondiera
ante el dueño de la empresa. Además, no nos gustaba que alguien estuviera por
encima nuestro, mandándonos.
Cierto
día sucedió que el jefe dimitió. Organizó una reunión con el dueño de la
empresa y todos los empleados, y dijo que renunciaba a su cargo. Ya que nadie
estaba contento con su trabajo, lo dejaba sin más. Aceptó una reducción de
sueldo y se convirtió en uno más de nosotros. Aquello resultó ser algo muy
extraño pues yo personalmente nunca había conocido a nadie que se hubiera
rebajado su categoría laboral y menos económica. Así que a partir de aquel día,
el jefe pasó a ser un trabajador más como nosotros. La verdad es que todos los
trabajadores estábamos muy contentos, ahora éramos todos iguales.
Pensábamos
que se había acabado la época de tensiones y problemas en la empresa, pero
sucedió todo lo contrario. Los problemas lejos de disminuir, aumentaron, y al
no tener un chivo expiatorio, cada uno tuvo que asumir su parte de
responsabilidad en los pésimos resultados de la empresa. Aquello iba cada vez
peor y el dueño no sabía qué hacer. A nadie le gustaba esa situación y menos a
nosotros pues teníamos que dar la cara ante el dueño. Así que organizamos una
reunión y pedimos por favor al antiguo jefe que volviera a retomar su cargo. El
no lo veía claro, pero después de hablar con cada uno de nosotros y con el
dueño, decidió retomarlo con una condición, que le ayudáramos a ser buen jefe.
Realmente
a nosotros nos interesaba mucho aquella situación ya que él seguiría dando la
cara ante el dueño, aunque cobrase más dinero que el resto de nosotros. Pero
ahora no íbamos a volver a dejar que pasase la situación anterior, así que
intentamos que se sintiese bien siendo el jefe para que así nos dejase
tranquilos. Nos pusimos todos de acuerdo en que cuando hubiera un problema,
iríamos a decírselo rápidamente a él, para que intentase solucionarlo lo antes
posible. Y así sucedió que todos intentamos hacer las cosas un poco mejor y no
ponerle zancadillas para que no volviese a dimitir. El seguía siendo el jefe
como antes pero ahora en vez de echarle las culpas de todo, hacíamos todo lo
posible para que él hiciera bien su trabajo.
Curiosamente,
los resultados no tardaron en llegar. El trabajo mejoró, cayó en picado el índice
de errores, las medidas correctoras mejoraron y los resultados de la empresa
volvieron a ser positivos, como hacía mucho tiempo. Además, una nueva atmósfera
se respiraba en la fábrica. El dueño, claro, estaba encantado, y organizó una
reunión para darle las gracias al jefe por su labor y reconocerle todos sus
éxitos. Pero cuando le tocó el turno de hablar al jefe, todos nos quedamos
atónitos ante lo que dijo:
-
No, no, yo no soy el responsable de la buena marcha de la empresa ahora.
Vosotros mismos sois los responsables. Cuando me juzgasteis incapaz y mal jefe,
erais vosotros mismos incapaces y malos trabajadores. Y ahora todo va bien
porque está en vuestra voluntad el hacerlo. Yo no existo sino en vuestras
acciones. No existe un jefe, sino que existen los que son jefes de su propio
trabajo, los que se responsabilizan de cada una de sus acciones, y trabajan día
a día para que la empresa funcione mejor. Cada uno es su propio soberano.
La
verdad es que desde aquel día, todos sentimos que éramos un poco jefes, que
tomábamos la responsabilidad de nuestras acciones. Eso nos hacía sentirnos más
importantes, más valorados. Desde entonces, dejé de echar las culpas a los
demás o al destino de las cosas que no me gustaban en mi vida y empecé a
sentirme el único dueño y soberano de mi vida. Curiosamente seguí haciendo el
mismo trabajo y llevando la misma vida, pero ahora… me sentía más lleno.
Y
no es casualidad que debido a la mejora económica de la empresa, el dueño nos
subió el sueldo a todos, ¡ahora todos cobrábamos como jefes!
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