sábado, 2 de noviembre de 2019

Para no olvidar a los que nunca nos olvidaron

                                    J. Leoz

1. Reza todos los días por aquellos que te han precedido en el camino de la vida. Lo que eres y, tal vez lo que tienes, se lo debes a ellos. ¿Rezas por los que te aguardan al final de tu camino?
2. Saborea, siempre que puedas, la paz o la calma de un camposanto. Te ayudará a relativizar el excesivo aprecio por lo superficial y, sobre todo, te educará a vivir apuntando a lo necesario. ¿Vives con sentido de trascendencia?
3. Trata a tus difuntos con respeto. Si incineras, guarda sus cenizas en el lugar que les corresponde: el camposanto. ¿Por qué lanzamos en el campo o en el monte los restos de nuestros seres queridos?
4. No olvides que, la Misa, es sufragio -por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo- por los fieles difuntos. Una Misa, además de valor infinito, es ofrenda y es comunión, es súplica por aquellos que necesitan un último empujón para el encuentro con el Padre. ¿Encargas el “regalo” de una Misa, de vez en cuando por tus difuntos?
5. El camposanto, entre otras cosas, es ciudad de los que duermen con la esperanza de resucitar. La cruz, una imagen de María o de los Santos nos sugieren que, detrás de una losa, hay unos labios que profesaron la fe en Cristo. ¿Cuidas los signos visibles de tu ser cristiano?
6. De los que te han precedido guarda lo que te legaron como grandes lecciones sobre la vida, la fe, la Iglesia, la sociedad o la familia. ¿Guardas grata memoria de los tuyos?
7. Da gracias a Dios por tus difuntos. Recuerda la fe de tus padres. Profésala. Consérvala. Vívela. Da testimonio de tu fe a familiares, vecinos y amigos.

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