Cuenta
la historia de un monje, Demetrio, que un día recibió una orden tajante: debería
encontrarse con Dios al otro lado de la montaña en la que vivía, antes de que se
pusiera el sol.
El
monje se puso en marcha, montaña arriba, a toda prisa. Pero a mitad de camino se
encontró a un herido que pedía socorro. Y el monje, casi sin detenerse, le explicó
que no podía pararse, que Dios le esperaba al otro lado de la cima antes de que
atardeciese. Le prometió que volvería en cuanto atendiese a Dios. Y continuó su
precipitada marcha.
Horas
más tarde, cuando aún el sol brillaba en todo lo alto, Demetrio llegó a la cima
de la montaña y desde allí sus ojos se pusieron a buscar a Dios.
Pero
Dios no estaba. Dios se había ido a ayudar al herido que horas antes se cruzó por
el camino. Hay, incluso, quien dice que Dios era el mismo herido que le pidió ayuda.
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