domingo, 31 de diciembre de 2017

Doce campanadas

Para el nuevo año te ofrecemos doce frases, como doce campanadas:
  1. Agradece el pasado como don de Dios.
  2. Vive el presente con esperanza y creatividad.
  3. Di "sí" al paso de Dios por tu vida.
  4. Confía, Dios te encomienda cosas grandes.
  5. Valora lo pequeño, llegarás a lo grande.
  6. Mira a la vida con sencillez y amor.
  7. Ten buen humor, pase lo que pase.
  8. Perdona y pide perdón.
  9. Haz algo por el otro y serás feliz.
10. Atento, Dios te habla cada día.
11. Dios cuenta contigo.
12. Ama la vida, ama al mundo, ama a Dios.
QUE DIOS TE BENDIGA HOY Y SIEMPRE

La bolsa de la vida

Cuando nacía un niño en una familia india, recibía un regalo muy especial. El padre hacía una bolsita de cuero, era la bolsa de las medicinas del hijo. La madre metía dos cosas en la bolsita y el padre ponía otras dos. Se la entregaban al hijo y éste la guardaba en un lugar especial. Cuando moría la bolsa de las medicinas era también enterrada con él.
Cuando los niños eran capaces de comprender, los padres les decían lo que habían puesto en la bolsa.
La madre siempre ponía un poco de tierra y un trozo de cordón umbilical para hacerles recordar a sus hijos que venían de la tierra y de una familia y que nadie se da la vida a si mismo.
El padre ponía una pluma de ave que había quemado un poco y la mezclaba con las cosas de la madre.
La pluma del pájaro simboliza el vuelo y cada uno tiene que encontrar su lugar en el mundo.
Ninguno sabía nunca cuál era la segunda cosa que el padre había puesto. Los hijos intentaban adivinarlo pero nunca se lo decían. Era un secreto. Y este secreto representa el misterio de la vida. Y el centro de todos los misterios es Dios. Es un hermoso regalo, un símbolo, que nos hace pensar y nos vincula a una tierra, a una familia y a Dios.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Oración por la familia

Dios y Padre santo, autor del universo,
que creaste al hombre y a la mujer a tu imagen,
Tú bendices y multiplicas el amor de nuestras familias.
Te pedimos humildemente por todas las familias,
especialmente por las que sufren.
Descienda, Señor, sobre ellas tu bendición y la fuerza de tu Espíritu.
Que en la alegría te alabemos, Señor, y en la tristeza te busquemos;
en el trabajo encontremos el gozo de tu ayuda
y en la necesidad sintamos cercano tu consuelo.
Que la Comunión contigo, Señor, transforme nuestra vida
y nuestras familias den buen testimonio
de esperanza, fe y solidaridad con los pobres.

El anillo de boda

El anillo de boda es uno de los símbolos que se entregan los esposos, durante la ceremonia de la boda, como signo de amor y fidelidad. Por eso también se denomina “alianza”.
Parece ser que la primera constancia del uso de anillos se encuentra en Egipto, en el año 2700 a.C. En ese tiempo, los enlaces entre los matrimonios egipcios se sellaban entregando unos anillos que, por su forma circular, personificaban la eternidad: una línea sin fin del amor que se habían prometido. Los anillos se realizaban habitualmente de tela, renovándose cada año las promesas de amor y los anillos que las simbolizaban. También se fabricaban en otros materiales, siendo frecuente el uso del oro en las clases sociales más altas.
Se cree que este signo se entremezcló con otro que proviene de la antigua Roma, donde era costumbre “sellar” las cartas y los documentos (cuando alguien adoptaba un hijo, le entregaba el anillo con el sello familiar), y las esposas sellaban las arcas y los cajones de las provisiones, a fin de controlar los posibles robos en las despensas.
Por esta razón, en la celebración del “contrato” del matrimonio, se hacían entrega del anillo con el sello, quedando así la esposa como responsable del ajuar y las despensas familiares.
Posteriormente, los cristianos adoptaron esta entrega como símbolo de su compromiso matrimonial, usándolo habitualmente en el dedo anular desde que San Isidoro dijo que en dicho dedo existía una vena que llegaba hasta el corazón.
Pero hay una antigua leyenda que cuenta, de forma más romántica, el motivo por el que el anillo se utiliza en el cuarto dedo de la mano.
Los pulgares representan a los padres. Los índices representan a los hermanos y amigos. El dedo corazón representa a uno mismo. El dedo anular representa a la pareja. El dedo meñique representa a los hijos.
 Junta tus manos por la punta de los dedos y une los dedos medios, doblándolos para que queden nudillo con nudillo. Entonces prueba a separar cada pareja de dedos “enfrentados”.
Al intentar separar de forma paralela los pulgares (que representan a tus padres) se abren fácilmente. Eso es porque tus padres no están destinados a vivir contigo hasta el día de tu muerte. Únelos de nuevo.
Ahora intenta separar igual los dedos índices (representan a tus hermanos y amigos). Notarás que también se abren porque ellos van por caminos diferentes al tuyo, como casarse y tener hijos. Vuelve a unirlos.
Si intentas separar de la misma forma los dedos meñiques (que representan a tus hijos) también se abren, porque tus hijos crecen y cuando ya no te necesitan se van.
Finalmente, trata de separar tus dedos anulares (el cuarto dedo, que representa a tu pareja) y te sorprenderás al ver que simplemente no puedes separarlos. Eso se debe a que una pareja está destinada a permanecer unida hasta el último día de sus vidas y por eso el anillo se usa en ese dedo.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Himno Liturgia de las Horas

Oye, ansioso y turbado, el rey tirano
que ha nacido en Belén el Rey de reyes,
el que viene a cambiar todas las leyes
y a remover el corazón humano.
Con la nueva, exclamó loco de saña:
«Si este pequeño vive, soy depuesto.
Ministro, empuña el sable, vete presto.
Las cunas con la sangre riega y baña.»
¿Qué aprovecha delito tan extraño?
¿De qué sirven a Herodes sus maldades?
Ejemplo son de tantas crueldades
en que el hombre se ciega haciendo daño.
Jesús, tú que escapaste de su espada,
ayuda a quienes hoy huir no pueden,
no dejes que los hombres hoy se queden
hundidos en violencia despiadada.
Sabes, Señor, que Herodes todavía
reina de los hombres en el corazón;
convierte, Cristo, esta violencia mía
en pacífica siembra de tu amor. Amén.

El orfebre

Una vez hubo un grupo de mujeres estudiando el libro de Malaquías en el Antiguo Testamento. Mientras estudiaban el capítulo tres se encontraron con el tercer versillo, que dice: “Se sentará como un refinador y purificador de plata”. Este versillo desconcertó a las mujeres y se preguntaron qué significaba esta afirmación acerca del carácter y la naturaleza de Dios. Una de las mujeres se ofreció a averiguar acerca del proceso de refinamiento de la plata y contarlo al grupo.
Esa semana la mujer llamó a un orfebre y pidió una cita para observarlo trabajar. No mencionó nada acerca de los motivos de su interés más allá de su curiosidad acerca del proceso de refinamiento de la plata. Mientras miraba al orfebre, éste sostenía una pieza de plata sobre el fuego y la dejaba calentar. Explicó que en el refinamiento de la plata, uno necesitaba sostener la plata en medio del fuego donde las llamas son más calientes como para hacer desaparecer todas las impurezas.
La mujer pensó en Dios sosteniéndonos en un punto tan caliente –luego pensó nuevamente en el versillo, que él se sienta como un refinador y purificador de la plata.
Le preguntó al orfebre si era cierto que él tenía que sentarse allí delante del fuego todo el tiempo que la plata era refinada.
El hombre le respondió que “Sí”, y explicó que no sólo se tenía que sentar allí sosteniendo la plata sino que además tenía que mantener su mirada sobre la plata todo el tiempo que estaba en el fuego. Si dejaba la plata en el fuego un momento demasiado largo, se dañaba.
La mujer se quedó en silencio. Luego le preguntó al orfebre:
- “¿Cómo sabes cuando la plata está completamente refinada?”
Él le sonrió y contestó:
- “Ah, eso es fácil. Cuando veo mi imagen en ella”.
Si hoy sientes el calor del fuego de este mundo, sólo recuerda que Dios tiene puestos sus ojos en ti.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

El ladrón del Portal

Pedro Pablo Sacristán
Era ya noche en Judea, contaba un
niño pastor
cuando al pasar junto a un pueblo un bebé me sonrió.
No fue una sonrisa hueca, ni fue un gesto juguetón.
Tampoco mostraba queja aunque muy pobre nació.
Fue una sonrisa perfecta que… ¡estaba llena de Amor!
Pero al verlo tan humilde, durmiendo sobre un cajón,
me llegué a sentir muy triste. Y tan gran pena me dio
que, aprovechando un despiste, lo tomé como un ladrón
para llevarlo conmigo y poder darle algo mejor.
Cuando, al momento siguiente, su madre ya no lo vio
fue a buscarlo entre la gente, mas tampoco lo encontró.
Preocupada por su suerte casi moría de dolor
Y llorando dulcemente entre lágrimas cantó:
“¿Quién apagó las estrellas llevándose su color?
¿Quién nos ha dejado a oscuras robando a quien hizo el sol?
¿Quién prefiere andar perdido y no tener Salvador?
¿Quién se ha llevado a mi Niño? ¿Quién ha robado al Señor?”
Viendo que allí lo querían tan bien como lo haría yo,
aunque el miedo me vencía, tuve que hacer confesión:
“Yo me lo llevé un ratito, lo guardé en mi corazón,
para decirle bajito: Niño, te quiero un montón.”
La madre, con gran alivio, sonriendo respondió:
“Para hacer eso, cariño, no hay que secuestrar a Dios;
basta con que lo compartas con cuanta más gente, mejor.
Y que, allá donde tú vayas, hagas bien y des amor.”
Yo, que aún era pequeño, aprendí bien la lección.
Y desde entonces recuerdo que ese Niño, que era Dios,
No solo me amó primero, sino que me hizo mejor.

martes, 26 de diciembre de 2017

La pequeña Estrella de Navidad

Pedro Pablo Sacristán

De entre todas las estrellas que brillan en el cielo, siempre había existido una más brillante y bella que las demás. Todos los planetas y estrellas del cielo la contemplaban con admiración, y se preguntaban cuál sería la importante misión que debía cumplir. Y lo mismo hacía la estrella, consciente de su incomparable belleza.
Las dudas se acabaron cuando un grupo de ángeles fue a buscar a la gran estrella:
- Corre. Ha llegado tu momento, el Señor te llama para encargarte una importante misión.
Y ella acudió tan rápido como pudo para enterarse de que debía indicar el lugar en que ocurriría el suceso más importante de la historia.
La estrella se llenó de orgullo, se vistió con sus mejores brillos, y se dispuso a seguir a los ángeles que le indicarían el lugar. Brillaba con tal fuerza y belleza, que podía ser vista desde todos los lugares de la tierra, y hasta un grupo de sabios decidió seguirla, sabedores de que debía indicar algo importante.
Durante días la estrella siguió a los ángeles, indicando el camino, ansiosa por descubrir cómo sería el lugar que iba a iluminar. Pero cuando los ángeles se pararon, y con gran alegría dijeron “Aquí es”, la estrella no lo podía creer. No había ni palacios, ni castillos, ni mansiones, ni oro ni joyas. Sólo un pequeño establo medio abandonado, sucio y maloliente.
- ¡Ah, no! ¡Eso no! ¡Yo no puedo desperdiciar mi brillo y mi belleza alumbrando un lugar como éste! ¡Yo nací para algo más grande!
Y aunque los ángeles trataron de calmarla, la furia de la estrella creció y creció, y llegó a juntar tanta soberbia y orgullo en su interior, que comenzó a arder. Y así se consumió en sí misma, desapareciendo.
¡Menudo problema! Tan sólo faltaban unos días para el gran momento, y se habían quedado sin estrella.
Los ángeles, presa del pánico, corrieron al Cielo a contar a Dios lo que había ocurrido. Éste, después de meditar durante un momento, les dijo:
- Buscad y llamad entonces a la más pequeña, a la más humilde y alegre de todas las estrellas que encontréis.
Sorprendidos por el mandato, pero sin dudarlo, porque el Señor solía hacer esas cosas, los ángeles volaron por los cielos en busca de la más diminuta y alegre de las estrellas. Era una estrella pequeñísima, tan pequeña como un granito de arena. Se sabía tan poca cosa, que no daba ninguna importancia a su brillo, y dedicaba todo el tiempo a reír y charlar con sus amigas las estrellas más grandes. Cuando llegó ante el Señor, este le dijo:
- La estrella más perfecta de la creación, la más maravillosa y brillante, me ha fallado por su soberbia. He pensado que tú, la más humilde y alegre de todas las estrellas, serías la indicada para ocupar su lugar y alumbrar el hecho más importante de la historia: el nacimiento del Niño Dios en Belén.
Tanta emoción llenó a nuestra estrellita, y tanta alegría sintió, que ya había llegado a Belén tras los ángeles cuando se dio cuenta de que su brillo era insignificante y que, por más que lo intentara, no era capaz de brillar mucho más que una luciérnaga.
“Claro”, se dijo. “Pero cómo no lo habré pensado antes de aceptar el encargo. ¡Si soy la estrella más pequeña! Es totalmente imposible que yo pueda hacerlo tan bien como aquella gran estrella brillante... ¡Que pena! Mira que ir a desaprovechar una ocasión que envidiarían todas las estrellas del mundo...”.
Entonces pensó de nuevo “todas las estrellas del mundo”. ¡Seguro que estarían encantadas de participar en algo así! Y sin dudarlo, surcó los cielos con un mensaje para todas sus amigas:
"El 25 de diciembre, a medianoche, quiero compartir con vosotras la mayor gloria que puede haber para una estrella: ¡alumbrar el nacimiento de Dios! Os espero en el pueblecito de Belén, junto a un pequeño establo."
Y efectivamente, ninguna de las estrellas rechazó tan generosa invitación. Y tantas y tantas estrellas se juntaron, que entre todas formaron la Estrella de Navidad más bella que se haya visto nunca, aunque a nuestra estrellita ni siquiera se la distinguía entre tanto brillo. Y encantado por su excelente servicio, y en premio por su humildad y generosidad, Dios convirtió a la pequeña mensajera en una preciosa estrella fugaz, y le dio el don de conceder deseos cada vez que alguien viera su bellísima estela brillar en el cielo.

Me necesitas, Señor,... nos necesitas

Mari Patxi Ayerra

Es fantástico, Señor, Tú nos necesitas.
Tú cuentas con nosotros para continuar la vida,
Tú nos has incluido en tus proyectos,
Tú sabes lo que cada uno tenemos de valioso.
Nosotros andamos ocupados en satisfacer nuestras necesidades.
No agobian, nos preocupan, nos distraen
y, sobre todo, nos hacen no escuchar las de los otros,
o darles menor importancia que a las nuestras.
Tú nos hablas de ellos por todos los rincones.
Tú nos cuentas cómo viven, cómo están y qué les pasa,
Tú nos sigues susurrando palabras de Amor,
Tú nos recuerdas que somos hermanos,
Tú haces que nos duela lo que le ocurre al otro
y al final nos despiertas y nos pones en marcha.
Toma hoy nuestra vida, Señor, cógela en tus manos.
te hacemos la entrega de todas nuestras disculpas,
de nuestra tibieza y mediocridad en el amor.
Señor, nos necesitas, así que…
Toma Tú, junto a nosotros, el timón de nuestro día
para que pasemos de vivir en la apatía a vivir en la utopía.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Un hueco en el Belén

Pedro Pablo Sacristán

Simón era un pequeña figurita de plástico para poner en cualquier esquina de un belén navideño. Había nacido en una gran fábrica en China y ni siquiera estaba muy bien pintado, así que siempre le tocaba estar lejos del portal, rellenando cualquier hueco o dejándose mordisquear por los niños de la casa. Pero quería mucho al Niño, quien todos los días le miraba y sonreía desde el pesebre. Él solo soñaba con que algún año le colocaran cerca del portal…
Una noche, poco antes de Navidad, María hizo llamar a todo el mundo.
- Necesitamos vuestra ayuda. Está a punto de empezar una gran guerra y Jesusito ha tenido que irse para tratar de evitarla. Alguien tiene que sustituirle hasta que vuelva.
- Yo lo haré -dijo un precioso angelito-. No creo que sea difícil hacer de bebé.
El angelito ocupó su puesto en el pesebre, así que otro angelito tuvo que ocupar el lugar que dejó vacío. A ese otro angelito lo sustituyó un pastorcillo… y así muchas figuritas tuvieron que cambiar sus puestos. Con los cambios, Simón terminó haciendo de pastor, mucho más cerca del portal de lo que le había tocado nunca.
Pero no salió bien. El angelito era precioso y lloraba como un bebé, pero se notaba muchísimo que no era el Niño. José tuvo que pedirle que se marchara y buscaron otro sustituto. Nuevamente las figuritas cambiaron sus puestos y Simón terminó aún más cerca del portal.
El nuevo sustituto tampoco supo imitar al Niño. Y tampoco ninguno de los muchos otros que siguieron probando durante toda la noche. Con los cambios, Simón llegó a estar muy, muy cerca del portal. Emocionado, ayudaba en todo lo que podía: cepillaba los animales, limpiaba el establo, llevaba el agua, charlaba con los ancianos, cantaba con los angelitos... Lo hizo tan bien que, cuando por fin encontraron un buen sustituto, María y José le dejaron quedarse por allí cerca.
Era la figurita más feliz  del mundo y solo una cosa le intrigaba: había ido por agua cuando eligieron al sustituto y no había visto quién era. Siempre que miraba estaba cubierto por las sábanas y, como nadie echaba de menos al verdadero Niño, Simón tenía la esperanza de que fuera el mismo Jesús quien había vuelto. Un día no pudo más y, aprovechando que era temprano y todos dormían, miró bajo las sábanas…
Cuando sacó la cabeza una enorme lágrima rodaba por su mejilla. María le miraba dulcemente.
- No está…
- Lo sé -dijo María-. No hay nadie. El sustituto de Jesús no está en la cuna. Eres tú, Simón.
- Pero si yo solo soy una figurita mal hecha…
- ¡No estarás tan mal hecha cuando has conseguido que nadie se dé cuenta de que no estaba! Mira, Simón, tú has hecho lo que mejor se le da a Jesús: querer a todos tanto que se sientan verdaderamente especiales ¿Verdad que lo sentías cuando Él te miraba cada día? Y los demás lo sienten gracias a ti.
Simón sonrió.
- Jesús me ha pedido que sigas guardándole el secreto. Sigue buscando sustitutos como tú en cada pequeño rincón del mundo, para convertirlo en un lugar mejor ¿Querrías seguir siendo el niño invisible de este nacimiento?
¡Por supuesto que quería! Y así fue cómo Simón se unió a la inmensa lista de gente que, como querría Jesús, celebran la Navidad haciendo que su pequeño mundo sea un poco mejor.

Pregón de Navidad

Poema de Francisco Vaquerizo

Con vuestro permiso vengo, amigos, a pregonar el nacimiento, en Belén,
de un Infante que abrirá los portones de la Gloria a toda la humanidad.
Con vuestro permiso vengo, amigos, a pregonar suceso tan memorable,
evento tan singular que hasta los coros angélicos se encargaron de anunciar
diciendo “gloria en los cielos y en la tierra, al hombre, paz”.
Y es que Jesús – Enmanuel”- ha nacido en un Portal. 
Atención hacia este Niño, porque no es un niño más, es el Hijo de Dios vivo.
Amigos, amigos todos, acercaos y mirad al Niño Jesús, que llora
siendo Él la felicidad y la dicha por sí mismo.
Y otro detalle observad: que apenas tiene pañales
ni cuna donde posar, siendo Él la misma riqueza
Tened en cuenta asimismo la tremenda soledad
en que se ve, pese a ser la divina Majestad.
¿Por qué hace el Niño estas cosas? Yo digo que las hará
porque viene a dar ejemplo de pobreza y humildad.
Y, sin embargo, parece feliz que no cabe más;
su sonrisa de cariño, su mirada de amistad
y la infinita ternura de su rostro celestial.
Reyes magos de muy lejos lo vinieron a adorar,
a sus plantas se postraron con toda solemnidad
y, antes de volverse a casa, dones le fueron a dar
de oro, de incienso y de mirra, que son de mucho estimar.
Quiera Dios que, en estos días alegres de Navidad,
no echemos en el olvido algo tan elemental
como que el Divino Infante es el punto principal de la Navidad.
La Navidad es un Niño que nace para librar a los hombres del pecado,
y el  que quiera de verdad vivir estos días santos con toda autenticidad,
ha de poner su mirada y su amor en el Portal
donde Jesús Niño estrena nuestra condición mortal.
Con vuestro permiso, amigos, mi pregón llega al final,
no sin antes desearos mucho amor y mucha paz
y unos días de descanso y de gozo celestial.

sábado, 23 de diciembre de 2017

El pino de Navidad

La Nochebuena ya se está acercando, y los animalitos del bosque comenzaron con los preparativos para poder celebrarla. El elefante, el sapo y la jirafa hace mucho tiempo que son vecinos y, en varias oportunidades, pasaron las fiestas juntos, pero este año no lograron ponerse de acuerdo y todo es muy diferente.
- ¡Vamos a comer en mi casa! -dijo el elefante.
- ¡No! ¿Por qué siempre en la tuya? -le respondió el sapo.
- ¡Basta de pelear, lo hacemos en mi casa o yo no voy! -gritó la jirafa.
Y así, palabra va, palabra viene, los tres terminaron peleando y colocando el arbolito de Navidad cada uno por su lado.
El sapo se apuró a elegir un pino enorme, juntó algunos pétalos de flores y los colgó de las ramas más bajas.
- ¡Deseo tener el mejor arbolito de todos! -dijo. 
Pero cuando quiso llegar a las ramas de arriba, por más que saltó con mucha fuerza no logró alcanzarlas y su pino quedó adornado sólo hasta la mitad. La jirafa, muerta de risa por lo que le pasó al sapo, comenzó a adornar su pino.
- ¡El árbol más hermoso va a ser el mío! -cantaba en tono burlón, mientras estiraba su largo cuello para colgar de las ramas más altas unos frutos rojos y brillantes que había encontrado en el lugar.
Para ella, todo parecía más sencillo, pero cuando intentó llegar a las ramas de abajo, por más que dobló su cuello no las alcanzó, y al final su pino también quedó a medio terminar.
El elefante, riéndose a carcajadas por lo que les ocurrió al sapo y a la jirafa, puso manos a la obra. Él no había elegido ni un pino muy alto, ni uno muy pequeño, porque quería evitarse los problemas de altura.
- ¡Este pino es perfecto para mí, cuando lo termine todos los animales van a admirar su belleza! -decía fuerte para que los otros lo escucharan.
Pero cuando empezó a decorarlo, surgió un gran inconveniente. Su trompa era tan fuerte y poderosa, que cada vez que pretendía colgar una flor, la apretaba tanto que terminaba por marchitarla, y ya no le servía.
La noche llegó, y los animales se sentían muy tristes por lo que había pasado. De repente, una lucecita bajó del cielo y les dijo:
- ¿Por qué no ponéis de acuerdo y colocáis un pino entre los tres?
Al otro día, el elefante fue a buscar al sapo y los dos juntos invitaron a la jirafa para colocar un nuevo arbolito.
El sapo empezó decorando las ramas de más abajo, después se subió al lomo del elefante y continuó por las que se encontraban al medio, mientras tanto la jirafa se encargaba de las de más arriba. En un poco tiempo el pino estaba terminado y los tres animales muy contentos.
Esa noche, unos minutos antes de que dieran las doce, una estrellita brillante sonrió desde el cielo y despacito fue bajando hasta acomodarse en la punta del pino.
El sapo, el elefante y la jirafa no podían creer lo que veían: ¡ahora sí, tenían un arbolito tan lindo y luminoso como lo habían soñado!
El sapo, el elefante y la jirafa invitaron a todos los habitantes del bosque a compartir la fiesta con ellos, porque gracias a la estrellita habían aprendido que en esta celebración lo más importante es encontrarnos unidos.

Estás a nuestro lado, Señor

Señor, Tú eres Dios compasivo y misericordioso. 
Estás a nuestro lado. Siempre, sin apartarte jamás. Estás de nuestra parte. 
Siempre, pase lo que pase. Estás al lado de cada persona, de todas las personas.
Tu gloria es que todos tus hijos seamos felices, 
viviendo como hermanos que aman y se ayudan, 
como hijos tuyos, que se dejan cuidar por ti, 
que siembran justicia, paz y verdad en el mundo.
Gracias, Señor, por todas las personas 
que, con su presencia, su cariño y su palabra, 
me recuerdan que Tú eres favorable y estás de mi parte. 
Gracias por…….. (recuerdo sus nombres).
Señor, Tú me has llamado, 
para que, a pesar de mi pequeñez y mis pecados, 
yo sea una bendición para mi familia y mis amigos, 
para mi comunidad cristiana y para el mundo.
Tu mano me acompaña. 
Tus manos de alfarero me formaron de barro y espíritu. 
Tus manos de madre me acarician y protegen. 
Tus manos de pastor me conducen a la vida eterna.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Búscanos por todos los rincones

Mari Patxi Ayerra

Muchos no encuentran tiempo
para encontrarse contigo, Señor,
porque se imaginan que lo tuyo son los templos,
los silencios, los desiertos,
y como su vida transcurre entre agobios, prisas y rutinas,
no te encuentran, no sacan un rato para salirse del bullicio
y viven con nostalgia de Ti.
Sienten en su interior ansias de profundidad,
notan el vacío que dejan las cosas materiales,
perciben que los deseos son como pozos sin fondo
y saben que es en Ti donde encontrarían sosiego.
No saben, Señor, que Tú andas ahí, siempre a su lado,
que para estar contigo no hace falta nada especial.
Que sólo con dejarse abandonado en tu presencia
y hacer las cosas juntos, eso ya es rezar.

Cuento de Navidad

Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa:
- Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitarte a tu casa.
La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y vino importados.
De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado.
- Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
-¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita.
Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.
- Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?
La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho:
- ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.
La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champaña en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos.
Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño harapiento de la calle.
- Señora, deme un plato de comida.
- ¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.
A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un ángel.
- ¿Un ángel puede mentir? -gritó ella-. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me has gastado esta broma?
- No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel. Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Yo te saludo, María

Florentino Ulibarri

Yo te saludo, María, porque el Señor está contigo;
en tu casa, en tu calle, en tu pueblo, en tu abrazo, en tu seno.
Yo te saludo, María, porque te turbaste
-¿quién no lo haría ante tal noticia?-;
mas enseguida recobraste paz y ánimo
y creíste a un enviado cualquiera.
Yo te saludo, María,
porque preguntaste lo que no entendías
-aunque fuera mensaje divino-,
y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego,
sino que tuviste diálogo y palabra propia.
Yo te saludo, María, porque concebiste 
y diste a luz un hijo, Jesús, la vida;
y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar y cuidar
si queremos hacer a Dios presente en esta tierra.
Yo te saludo, María,
porque te dejaste guiar por el Espíritu
y permaneciste a su sombra,
tanto en tormenta como en bonanza,
dejando a Dios ser Dios
y no renunciando a ser tú misma.
Yo te saludo, María,
porque abriste nuevos horizontes a nuestras vidas;
fuiste a cuidar a tu prima, compartiste la buena noticia.
Yo te saludo, María, por ser alegre y agradecida
y reconocer que Dios nos mima,
aunque nuestra historia sea pequeña
y nos olvidemos de sus promesas.
Yo te saludo, María. 
¡Hermana peregrina de los pobres de Yahvé,
camina con nosotros, llévanos junto a los otros
y mantén nuestra fe!

El loro del Rey

Había una vez un rey rico y muy querido que solía visitar regularmente los reinos vecinos para mantener buenas relaciones con los otros monarcas. Durante las reuniones entre los reyes, era costumbre intercambiar regalos, y el amable rey siempre llegaba con las manos llenas y regresaba a su reino con las manos aún más llenas.
Durante una visita a un reino vecino, el rey recibió dos hermosos loros, procedentes de lejanos bosques mágicos, o eso le dijeron. "Estos loros necesitan un entorno natural para crecer y florecer", le explicaron al rey, por lo que cuando regresó a su reino creó un gran jardín con vegetación paisajística, lagos transparentes y altas cascadas.
Conforme pasó el tiempo, los loros crecieron y uno de ellos incluso comenzó a volar regularmente por el jardín, pero el otro permaneció en la rama en la que había permanecido desde su primer día en el jardín, negándose a abandonarla.
El Rey había invitado a miles de entrenadores profesionales de loros de todo el reino y los reinos vecinos, y habían hecho todo lo posible para hacer volar al perezoso loro, pero no importaba lo que intentaran, el loro no se movía.
Los asesores del Rey le aconsejaron que publicara un anuncio, prometiendo mil monedas de oro a quien lograra hacer volar al perezoso loro. El Rey estuvo de acuerdo, y eso es exactamente lo que hizo.
A la mañana siguiente, un sencillo granjero llegó al palacio del Rey y afirmó que podía hacer que el loro abandonara su rama y volara. El rey era muy cauteloso, no entendía lo que un simple campesino podía saber sobre el entrenamiento de loros que los amaestradores reales de loros no supieran.
Sin embargo, ese día, mientras el Rey caminaba por el jardín, vio dos loros volando por el aire, uno de ellos era el loro perezoso que jamás antes había abandonado su rama. El Rey convocó al granjero de inmediato y le preguntó:
- "¿Qué hiciste para que mi loro perezoso abandonara su rama y volara?"
El granjero respondió:
- "Fue muy fácil, Excelencia, corté la rama en la que estaba apoyado y el loro comenzó a volar".

Esta parábola nos enseña que, al igual que el loro, todos tenemos la capacidad de tener éxito y alcanzar nuevas metas, pero se necesita coraje para enfrentarnos a cosas que no nos son familiares o que nos asustan. Debemos liberarnos de nuestra rama, nuestra zona de confort, para explorar nuevas posibilidades de éxito y descubrir cuáles son nuestras verdaderas capacidades. Hasta que eso suceda, no podremos extender nuestras alas y volar.

sábado, 16 de diciembre de 2017

¡Ven ya, Señor!

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas ignorando el amor que lo sustenta.
Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos se tienden trampas y se esconden lazos.
Ven, que la libertad está entre rejas
del miedo que unos a otros se profesan.
Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos cuando tanto camino está cerrado.
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
¿No has de ser la alegría de los pobres, de los que en ti su confianza ponen?
¿No has de ser para el triste y afligido consuelo en su pesar, luz en su grito?
¿Quién pondrá paz en nuestros corazones si tu ternura y compasión se esconden?
¿Quién colmará este hambre de infinito
si a colmarlo no vienes por ti mismo?
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? Ahora

El valor del anillo

 Jorge Bucay

Había una vez un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después… -y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era no era valorado y sus necesidades olvidadas.
- Bien- asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó-
- Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara. Sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¡¿58 monedas?! -exclamó el joven.
- Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Tienes compasión de todos, Señor

Señor Jesús, tienes compasión de los que no te encuentran 
y te acercas a todos, 
Tienes compasión de los que te tememos 
y te haces pequeño. 
Tienes compasión de los que somos demasiado duros 
y te manifiestas como ternura. 
Gracias, Jesús. 
Tienes compasión de los que tenemos hambre 
y te conviertes en pan de vida. 
Tienes compasión de los que no te entendemos 
y te haces Palabra. 
Tienes compasión de los que nos sentimos solos y perdidos 
y te haces nuestro compañero de camino. 
Gracias, Jesús. 
Tienes compasión de los que sufren en su cuerpo o su alma 
y te presentas como nuestro médico y medicina. 
Tienes compasión de los que somos perezosos para servir 
y te haces nuestro esclavo. 
Tienes compasión de los que pecamos 
y cargas con las consecuencias de nuestros errores. 
Gracias, Jesús. 
Tienes compasión de los que nos cuesta entregarnos 
y te ofreces por nosotros en la cruz. 
Tienes compasión de los que tenemos la muerte 
y con tu resurrección abres las puertas de la Vida eterna. 
Tienes compasión de los somos cobardes y miedosos 
y nos regalas la fuerza de tu mismo Espíritu. 
Gracias, Jesús.

El hombre santo

Hace mucho tiempo, en una campiña alejada se propagó la voz sobre un sabio hombre santo que vivía en una casa pequeña encima de la montaña.
Un hombre de la aldea decidió hacer el largo y difícil viaje para visitarlo. Cuando llegó a la casa, vio a un viejo criado en el interior, que lo saludó en la puerta.
– Quisiera ver al sabio hombre santo –le dijo al criado.
El sirviente sonrió y lo condujo adentro.
Mientras caminaban a través de la casa, el hombre de la aldea miró con impaciencia por todos lados en la casa, tratando de anticipar su encuentro con el hombre santo. Antes de saberlo, había sido conducido a la puerta trasera y acompañado afuera.
Se detuvo y se volvió hacia el criado:
– ¡Pero quiero ver al hombre santo!
– Usted ya lo ha visto –dijo el viejo. A todos a los que usted pueda conocer en la vida, aunque parezcan simples e insignificantes… véalos a cada uno como un sabio hombre santo. Si hace esto, entonces cualquier problema que usted haya traído hoy aquí, estará resuelto.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Vigila

1. VIGILA y cuida los dones que Dios te ha dado. No es bueno dejar que muera o no sirva para nada, lo mejor que existe en nosotros.
2. VIGILA tu vida interior. ¿Por qué tanto empeño en la eficacia, en lo que se ve y, tan poco, en el equilibrio de uno mismo?
3. VIGILA tu vida exterior. No te dejes llevar por las sensaciones. Llena, todo lo que haces y eres, con contenido y verdad
4. VIGILA aquello que te produce vértigo o temor. No dejes que, nada ni nadie, perturbe tu derecho a estar y a vivir en paz.
5. VIGILA las tareas que tienes encomendadas. Dales un cierto sabor cristiano. ¿Que no te atreves? ¿Que es difícil? Dios también lo tuvo complicado para hacerse presente en medio de los hombres
6. VIGILA tu reloj. No vivas sin sentido. Que no pasen las horas sin un pensamiento para Dios por lo mucho que ama y se acerca hasta la humanidad.
7. VIGILA tu fe. No es lo mismo ser bueno que ser creyente. No es suficiente ser bueno y dejar de lado a Dios. ¿Dónde está la fuente y la cumbre del bien si no es en Dios?
8. VIGILA tu compromiso con la Iglesia. Si nos alejamos del calor, podemos coger un resfriado. Si nos alejamos de la Iglesia, podemos agarrar una fuerte neumonía espiritual.
9. VIGILA tu caridad. Sal al encuentro de algo o de alguien. Prepara el camino al Señor en tu casa, con tu familia, con tus amigos.
10. VIGILA tu testimonio. ¡Habla de Dios! Comienza a pensar en dónde y cómo instalar el belén, la estrella, un signo cristiano.

Las apariencias engañan

Moisés Mendelssohn, abuelo del compositor de la Marcha Nupcial, era un judío alemán de Hamburgo.  Podríamos decir que distaba mucho de ser guapo. Tenía una joroba muy pronunciada, por lo que se refugiaba en su trabajo y apenas llevaba vida social.  Un día fue con su padre a casa de unos amigos, unos mercaderes que tenían una hija, Frumtje, preciosa como una princesa.  Moisés se enamoró perdidamente de ella e intentó hablarle, pero ella lo rechazaba por su apariencia. Arisca, le cortaba secamente con monosílabos.
Cuando llegó el momento de despedirse, Moisés hizo acopio de su valor y subió las escaleras hasta donde estaba el cuarto de aquella hermosa joven, pero a Moisés le entristecía profundamente su negativa al mirarlo.
Después de varios intentos de conversar con ella, por fin Moisés se atrevió y preguntó:
— ¿Tú crees que Dios designa los matrimonios en el cielo?
Eso le interesó y le contestó:
— No lo sé. ¿Tú qué opinas?
— Yo creo que sí, dijo Moisés. Verás, en el cielo cada vez que un niño nace, el Señor anuncia con qué niña se va a casar, así que cuando yo iba a nacer, Dios me señaló una niña preciosa que tendría una joroba tremenda.
— Ay, Señor, le dije. Una niña con joroba sería terrible. Pásamela a mí y permite que ella sea hermosa. Y Dios me la pasó…
Un relámpago de emoción recorrió el cuerpo de Frujtje. De pronto, un hondo recuerdo la conmovió. “Esa joroba me tocaba a mí”, pensó. Y una oleada de amor y ternura le invadió el corazón. Se le acercó y lo abrazó. Se hicieron novios y fueron un matrimonio feliz.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Despiértame, Señor

Mari Patxi Ayerra

Despiértame, Señor, no me dejes seguir durmiendo la vida.
Sácame de esta somnolencia que me arrastra,
que me hace vivir la vida de forma rutinaria,
que me impulsa a correr sin freno y sin sentido,
que me hace no ver a los que llevo al lado,
y me deja insatisfecho, cada tarde, al terminar el día
Despiértame, Señor, de la mediocridad tediosa,
esa que hemos convertido en el vestido más común y cómodo.
No me permitas seguir tachando días, sin llenarlos de encuentros,
no me dejes «estar» con la gente sin amarla,
no consientas que haga cosas sin llenarlas de amor y de sentido,
no transijas con que me instale en la comodidad general.
Despiértame, Señor, mantenme en vela,
que tu gente ha de ser gente despierta,
porque Tú traes salvación a mi vida,
vienes a anunciarte a mi familia,
a dar un vuelco a mi forma de trabajo,
a impulsar mi forma justa y solidaria de estar en el mundo.
Despiértame, Señor, aunque los demás no me noten dormida.
Espabílame para encontrar la salvación que se acerca,
ábreme los ojos al hermano y los oídos a su necesidad,
para saber poner mis manos y mis pies a su disposición,
para facilitarle el camino de la vida,
para caminar, crecer, avanzar y, así salvarnos juntos.
Despiértame, Señor, sáname de cualquier desesperanza,
que no vacile mi corazón con lamentos o desencantos,
que no me adormezcan las prisas, las dificultades ni los miedos,
que no me deje arrastrar por tinieblas,
sino que busque siempre tu Luz,
que ponga en sintonía mi vida con tu Vida
y así Tú y yo, en armonía, gozaremos de la abundancia y plenitud.
Y, aunque yo me adormezca…, despiértame, Señor.

El bordado de Dios

Cuando yo era pequeño, mi madre solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Yo observaba el trabajo de mi madre desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos feos y desordenados.  Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:
- Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Más tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome:
- Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello paisaje en el bordado.  No podía creerlo; desde abajo solo veía hilos enredados.  Entonces mi madre me decía:
- Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello es y qué bien han quedado todos los hilos de distintos colores.
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho:
- “Padre, ¿qué estás haciendo?”.  
Él responde: “Estoy bordando tu vida.”  
Entonces yo le replico: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?”
El Padre parecía decirme:
- Mi niño, ocúpate de tu trabajo y confía en mi; un día te traeré al cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces comprenderás.

domingo, 10 de diciembre de 2017

No nos dejes caer en la tentación

Señor, no permitas que caigamos 
en la tentación de instalarnos 
y creer que, esto de ser cristianos, 
ya lo tenemos dominado.
No permitas que caigamos 
en la tentación de creer 
que no hay nada que se pueda 
hacer que la gente no te hace caso
y que más vale pasar 
desapercibidos para no lastimarnos.
Tenemos que abrir camino
para que puedas llegar al corazón
de los que no te echan de menos
porque piensan que lo tienen todo,
de los que están aturdidos de tanto ruido,
de los que no confían que nadie les pueda ayudar...
Sí, el cuidado del planeta que nos sostiene,
la lucha contra el hambre y la miseria,
el deseo de un mundo más pacífico,
de una política más participativa,
de una economía más justa,
de unas familias más felices
son signos que nos anuncian
que es posible cambiar cosas
y que el mundo sigue deseando tu venida.

La fábula del puercoespín

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.  Los puercoespín dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se  abrigarían, se protegerían y ofrecerían más calor entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos, pero esta vez manteniendo la distancia suficiente para darse mutuamente calor y no pincharse unos a otros con sus púas. 
De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
De esa forma pudieron sobrevivir.

La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con  los defectos de los demás y  admirar sus cualidades.

jueves, 7 de diciembre de 2017

María

José María R. Olaizola, sj

Niña con el mundo en el alma.
Sutil, discreta, oyente, capaz de afrontar riesgos.
Chiquilla de la espera, 
que afronta la batalla y vence al miedo.
Señora del Magnifícat,
que canta la grandeza velada en lo pequeño.
Y ya muy pronto, Madre.
hogar de las primeras enseñanzas,
discípula del hijo hecho Maestro.
Valiente en la tormenta, con él crucificada
abriéndote al Misterio.
Refugio de los pobres
que muestran, indefensos, su desconsuelo
cuando duele la vida, cuando falta el sustento.
Aún hoy sigues hablando, atravesando el tiempo
mostrándonos la senda que torna cada «Hágase»
en un nuevo comienzo.

¿Qué es amor?

Rabindranah Tagore

Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. 
Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de su boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, sobre todo, ¿con qué dinero? 
Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza dando largas bocanadas a su pipa... con la solemnidad y el prestigio de un verdadero comerciante. 
Sólo obtuvo por su pelo unas pocas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. 
El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio del pelo.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. 
Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer que acababa de comprar tras vender su pipa...

¡¡ESO ES AMOR!! Nosotros los cristianos, sabemos que el Amor es Dios, que nos ha dado todo hasta entregarlo como suprema manifestación de su  Amor a su Hijo Amado. A Él se oriente pues toda nuestra capacidad de amar, que es el que más se lo merece.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Ven a nosotros, Señor

Valentín Arteaga

No desistas, Señor, sigue insistiendo en venir a nosotros,
en hacerte vecino del dolor y de la lágrima.
Ven más cada mañana, nunca dejes de acercarte.
Sucede que la arcilla es así,
que está rajada de añoranza y de amor
y nuestro cántaro se nos queda sin sol, 
se cuela el agua hacia Ti.
Sigue empeñado,
a pesar de nosotros y la aurora,
viniendo a saciar nuestra sed.
Llegará un día 
en que todo estará como Tú quieras.

La historia de San Nicolás

(su fiesta se celebra hoy, 6 de diciembre)

Nicolás nació en el año 350 d.C., en Myra Turkí (Asia Central). Se le conoce como San Nicolás de Bari porque sus restos mortales descansan en Bari, Italia.
Heredó una gran fortuna que la destinó a ayudar a los necesitados. Nicolás era feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor. Fue sacerdote y más tarde, fue consagrado obispo.
Se cuenta que en una ocasión supo de tres jovencitas que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo Nicolás (pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), dejó caer por la chimenea unas bolsas de monedas de oro que cayeron en unas medias de lana que las jóvenes habían dejado secando (por eso se cuelgan las medias tejidas que sirven para que ahí nos deje a nosotros los regalos).
El emperador Diocleciano ordena acabar con los cristianos con toda la fuerza. Es en esta época que San Nicolás es nombrado Obispo de Myra Turquía (de ahí el color rojo de su vestimenta).
Fue encarcelado durante casi 30 años, pero Nicolás no perdía su sentido del humor y su alegría especialmente al hablar con los niños (de ahí el amor a los niños y el típico Jo, Jo, Jo).
Al convertirse al cristianismo el emperador de Roma, Constantino, hijo de Santa Elena, el Obispo Nicolás fue liberado, ya anciano con el pelo largo y la barba blanca, y regresa a su ciudad dispuesto a empezar otra vez la Iglesia de Cristo.
Su sorpresa fue grande cuando llegando al lugar observa la Catedral que había sido reconstruida y en ella los Cristianos entonaban el cántico Adeste Fidelis ya que estaban celebrando la fiesta de Navidad (por eso la relación de Navidad con la llegada de San Nicolás).
Los cristianos de Alemania tomaron la historia de las tres bolsas de oro echadas por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y larga barba, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.
El Nombre de Santa Claus viene de una degeneración paulatina del nombre de San Nicolás: Santo Nicklauss, Santo Nick, Santo Klauss, Santa Claus, Santa Clós. La imagen de Santa Claus, fue modificada por el inmigrante alemán recién llegado a Nueva York el protestante Thomas Nast quien lo ilustra para el semanario “Harper” en 1864 mostrándolo con el traje rojo las botas, un gran saco de juguetes y entrando en una chimenea.

martes, 5 de diciembre de 2017

Padre nuestro...

Haznos saber, Padre compasivo,
que nuestra vida es don recibido:
gratuidad, misterio y bendición;
que somos alianza de amor.
Enséñanos a ser agradecidos como Jesús,
que salía del camino y elevaba los ojos a ti.
Haznos conscientes, Padre amoroso,
de lo mucho recibido en nuestra existencia cotidiana:
de las manos que nos cuidaron,
de los hombros que soportaron nuestro peso
y nos rescataron de nuestros abismos.
Muéstranos también, Padre de huérfanos y solos,
el don que hemos sido para tantos
que acudieron a nosotros en busca de refugio.
Y pon en nuestros labios, Padre bueno,
aquellas hermosas palabras que nos enseñó tu Hijo:
Padre nuestro... 

El secreto para ser feliz

Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser feliz en todos los aspectos de su vida y se consideraba el hombre más feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarle para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.
Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz. Un día llegó ante él un niño y le dijo:
- “Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente feliz. ¿Por qué no me enseñas qué debo hacer para conseguirlo?” 
El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo:
- “A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención: En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida”:
El primero es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes.
El segundo es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: Yo soy importante, yo valgo, yo soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.
El tercer paso es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
El quinto paso es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida.
El sexto paso es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen: respeta lo ajeno, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
El séptimo paso, es que no debes maltratar a nadie: sé amable; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.
Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices…”
Ser feliz depende de cada uno, es una actitud constante ante la vida. Ser feliz es consecuencia natural de acercarse cada vez más a lo mejor de uno mismo y hacer que eso sea lo que marque nuestras acciones.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Gracias, Señor, por contar conmigo

Gracias, Señor,
porque me invitas a allanar los senderos,
a preparar el camino para que vengas.
Gracias, Señor,
porque quieres contar conmigo.
Gracias, Señor,
porque quieres entrar en mi casa
y hacer de ella una morada nueva.
Gracias, Señor,
porque te acuerdas de nosotros y de mí,
y te pones en el camino
por el que yo voy caminando,
para que te encuentre
porque Tú me has encontrado.

El zapatero Martín

Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.
Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.
Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de una buena sopa que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran frío.
Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.
– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...–se dijo el zapatero.
– Tengo sed –exclamó el borracho.
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con la sopa del mediodía.
Cuando el borracho se marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:
– ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestisteis... Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis...’
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...

sábado, 2 de diciembre de 2017

Nos quieres en vela, Señor

Señor, nos quieres en vela,
despiertos, atentos, sin perdernos una,
con los ojos fijos en ti y en el mundo en el que vivimos,
en las personas que gozan y sufren a nuestro lado;
porque Tú estás presente en todo lo que sucede
y nos hablas desde cada acontecimiento.
Señor, nos quieres en vela, siempre en camino,
siempre en pie, siempre superando etapas
y afrontando nuevas rutas,
siempre discriminando lo que más conviene,
siempre preparados para lo que haga falta.
Señor, líbranos del vicio y la bebida,
de la preocupación del dinero,
del activismo, los agobios y prisas,
de las obsesiones, la comodidad y la pereza,
de todo lo que nos anestesia
de todo lo que nos impide verte.
Señor, danos la fe necesaria para que, desde la caridad,
nos encuentres siempre en vela para verte,
y con el corazón abierto, para acogerte;
para disfrutar de la paz y la alegría
que sólo Tú nos puedes dar. Así sea.

El gato del maestro zen

Un gran maestro zen, responsable de un gran monasterio, tenía un gato que era su verdadera pasión. Tanto era así que durante las lecciones de meditación lo mantenía a su lado.
Cierta mañana, el maestro, muy mayor ya, apareció muerto. El discípulo más aventajado ocupó su lugar. 
- ¿Qué vamos a hacer con el gato? –preguntaron los monjes.
En homenaje al recuerdo de su antiguo guía, el nuevo maestro decidió permitir que el gato continuase en las clases de meditación. Algunos discípulos de monasterios vecinos descubrieron lo del gato en las meditaciones.
Transcurrieron muchos años. El gato murió, pero los alumnos del monasterio estaban tan acostumbrados a su presencia, que se hicieron con otro gato. Mientras tanto, otros templos empezaron a introducir gatos en sus sesiones de meditación: pensaban que el gato era el verdadero responsable de la fama y de la calidad de la enseñanza del gran maestro zen, y se olvidaban de que el antiguo maestro había sido un excelente instructor.
Pasó una generación, y empezaron a surgir tratados técnicos sobre la importancia del gato. Un profesor universitario desarrolló una tesis –aceptada por la comunidad académica- defendiendo que tenía la capacidad de aumentar la concentración humana, y eliminaba las energías negativas.
Y de esta manera, durante todo un siglo, se consideró al gato como parte esencial en el estudio del budismo zen en esa región.
Hasta que apareció un maestro que tenía alergia al pelo de los animales domésticos y decidió prescindir del gato en sus prácticas diarias con los alumnos.
Se produjo una gran reacción en contra, pero el maestro se mantuvo firme en su decisión. Como este era un excelente instructor, los alumnos continuaban con el mismo buen rendimiento en sus estudios, a pesar de la ausencia del gato.
Poco a poco, los monasterios –siempre en busca de nuevas ideas, y ya cansados de tener que alimentar a tantos gatos– fueron apartándolos de las clases. Al cabo de veinte años empezaron a aparecer nuevas tesis revolucionarias –con títulos bien convincentes como La importancia de la meditación sin gato, o Equilibrando el universo zen apenas con el poder de la mente, sin ayuda de animales.
Transcurrió otro siglo, y el gato salió por completo del ritual de meditación zen de esa región. Pero hicieron falta 200 años para que todo volviese a lo normal –ya que a nadie se había preguntado por qué el gato estaba allí.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Buscador incansable de la verdad

Señor, hazme buscador incansable de la verdad,
que no me conforme con mis verdades,
que me abra a las verdades de los hermanos
y a la Verdad con mayúscula que Tú me ofreces;
que cada día descubra quién eres Tú,
quién soy yo para ti y para el mundo.
Que no me deje engañar por la propaganda interesada,
al servicio de los más poderosos.
Que abra los ojos a la realidad del mundo,
con sus luces, sus sombras y sus esperanzas.
Señor, hazme servidor y testigo de la verdad;
que hable con sinceridad, pero sin dogmatismos,
que hable con convicción, pero sin vanidad.
que hable con sencillez, pero sin demagogia,
que hable sin tratar de imponer mi verdad.
Que nunca utilice la verdad para atacar a los demás
y sepa defenderla para el bien de los pobres.

Dos cuentos sobre la humildad

Tony de Mello

Es importante darnos cuenta de lo poco que somos humanamente y de lo frágil que es la vida para que no seamos soberbios y podamos vivir humildemente agradecidos a Dios por cada momento de nuestra existencia, sin tratar de acumular tesoros en este mundo.
Un día un turista fue a visitar a un maestro espiritual y quedó estupefacto al ver que su casa sólo tenía una estancia llena de libros con una mesita y un banco, que eran sus únicos muebles. Y le preguntó:
– Maestro, ¿dónde tienes tus muebles?
– Y los tuyos, ¿dónde están?, replicó el maestro.
– ¿Los míos? Yo sólo estoy de paso.
– Yo también, respondió el maestro.
Por eso, no hay que pensar tanto en tener y tener cosas materiales. No hay que alardear de lo que somos o tenemos. Hay que vivir para la eternidad y ser humildes.
* * *
“Un día”, dice un autor, “caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una curva; y, después de un pequeño silencio, me preguntó”:
– Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
– El ruido de una carreta.
– Sí, es una carreta vacía.
– ¿Cómo sabes, papá, que es una carreta vacía, si no la vemos?
– Es muy fácil saber si una carreta esta vacía por el ruido. Cuanto más vacía va, mayor es el ruido que hace.

A lo largo de mi vida, pensando en la carreta vacía, he comprendido que hay muchas personas que van por la vida hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de los otros, presumiendo de lo que tienen, menospreciando a la gente. Entonces, pienso en la carreta. Hay demasiada gente que está vacía por dentro y necesita hablar y estar en medio del ruido para acallar su conciencia, porque están vacíos. No tienen tiempo para pensar, ni para leer y no pueden soportar el silencio para reflexionar y hablar con Dios. Por eso, la humildad es la virtud que consiste en callar las propias virtudes y permitirles a los demás descubrirlas.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Contigo, Señor, contigo

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.
Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.
Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.
Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.

Amor en una lata de leche

Dos hermanos, sucios y harapientos, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina.
Estaban hambrientos. “Marchaos a trabajar y no molestéis”, se oía detrás de una puerta.
“Aquí no hay nada, ¡pordioseros!”, decía otro. 
Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños.
Por fin, una señora muy atenta les dijo: 
- “Voy a ver si tengo algo para vosotros… ¡pobrecitos!”, y volvió con una lata de leche.
¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera, y el más pequeño le dijo al de diez años:
- “Tú eres el mayor, así que toma primero”. 
Y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose.
Yo contemplaba la escena como un tonto. ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito! Se llevaba la lata a la boca y, haciendo como que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrara nada de leche en la boca. Después, extendiéndole la lata, le decía a su hermanito:
- “Ahora es tu turno… ¡sólo un poquito!”
Y el hermanito, dando un trago exclamaba:
 “¡Está sabrosa!”…
- “Ahora yo”, le decía el mayor, y de nuevo, llevándose la lata a la boca, fingía que bebía, pero no tomaba nada.
“Ahora tú”… “Ahora yo”… “Ahora tú”… “Ahora yo”… y después de cuatro o cinco tragos, el menorcito, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche… ¡él solito!
Esos “ahora tú” y “ahora yo” me llenaron los ojos de lágrimas… y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor comenzó a cantar y a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.
Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario. O mejor aún, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia. ¡Qué maravilloso sería el mundo si fuéramos un poco más como aquel niño!

lunes, 27 de noviembre de 2017

Oración de consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Oh Virgen, Madre de Dios, Inmaculada María, 
nos ofrecemos y consagramos a ti,
 bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. 
Que esta Medalla sea para cada uno de nosotros, 
prenda del amor que nos tienes, 
y nos recuerde nuestros deberes para contigo. 
Que siempre que la llevemos nos bendiga tu amorosa protección, 
y nos conserve en la gracia de tu Hijo. 
Oh Virgen poderosa, consérvanos siempre a tu lado 
en todos los instantes de nuestra vida. 
Concede a estos hijos, la gracia de una buena muerte, 
para que en unión contigo podamos gozar para siempre de la eterna felicidad. Amén.

La Parábola de la Educación

Un joven maestro de escuela tuvo un sueño en el que se le apareció un ángel y le dijo: "Tendrás un niño que crecerá para llegar a ser un líder mundial  ¿Cómo lo preparará a él para que se dé cuenta de su inteligencia, crezca con seguridad en sí mismo, sea de mente abierta y, sin embargo, fuerte de carácter? En conclusión: ¿qué clase de educación le dará para que él llegue a ser uno de los verdaderos grandes líderes mundiales?"
El joven maestro se despertó con un sudor frío.  Nunca se le ocurrió a él antes —que cualquiera de sus actuales o futuros estudiantes pudiera ser la persona descrita en su sueño.  ¿Estaba él preparándolos para elevarse a cualquier posición en la que pudieran aspirar?  Pensó, '¿Cómo podría cambiar mi forma de enseñar si yo supiera que uno de mis estudiantes fuera esta persona?'  Gradualmente empezó a formular un plan en su mente:
Este estudiante 
•Necesitará experiencia así como instrucción.
•Necesitará saber cómo resolver problemas de varias clases.
•Necesitará crecer en carácter y también en conocimiento.
•Necesitará seguridad propia así como la habilidad para escuchar bien y trabajar con otros.
•Necesitará entender y apreciar el pasado y, también, ser optimista acerca del futuro.
•Necesitará crecer en el entendimiento de otros y llegar a ser un estudiante del espíritu.
•Necesitará conocer el valor del aprendizaje durante toda la vida para mantener una mente curiosa y activa.
•Necesitará fijar altas metas para él y aprender auto disciplina y, también, necesitará amor y aliento, para que pueda ser llenado con amor y bondad.
Sus enseñanzas cambiaron. Cada joven persona que caminaba por su aula de clase se convertía, para él, en un futuro líder del mundo. Vio en cada uno, no como eran, sino como podían ser. Esperaba lo mejor de sus estudiantes, sin embargo lo atemperaba con compasión. Le enseñaba a cada uno como si el futuro del mundo dependiera de su instrucción. 
Después de muchos años, una mujer que él conocía se elevó a una posición de prominencia mundial.  Se dio cuenta que ella con seguridad debe haber sido la niña descrita en su sueño.  Solamente que ella no era uno de sus estudiantes, sino en lugar de esto, era su hija. De todos los varios maestros en su vida, su padre era el mejor. He escuchado decir que "Los niños son los mensajes vivientes que enviamos a un tiempo y lugar que nosotros nunca veremos."  Pero ésta no es simplemente una parábola acerca de un maestro de escuela no nombrado. Es una parábola acerca de Ud. y yo -ya sea que seamos padres o aún profesores. Y la historia, NUESTRA historia, realmente empieza así:
"A usted se le dará (se le ha dado) un/a hijo/a que crecerá para llegar a ser...." (termine la frase). Si no llega a ser un líder mundial, entonces ¿un padre magnífico? ¿Un excelente maestro? ¿Un experto curandero? ¿Un innovador solucionador de problemas? ¿Un artista inspirado? ¿Un filántropo generoso? En dónde y cómo encontrarás a este/a niño/a es un misterio. Pero crea que el futuro de un/a niño/a puede depender de la influencia que sólo usted puede trasmitir, y algo maravilloso sucederá. Porque ninguna persona joven será nunca ordinaria para usted de nuevo. Y usted nunca será el/la mismo/a.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Estar al lado...

 Florentino Ulibarri

Estar al lado... del hermano que no tiene fuerzas,
del que avanza triste y cargado, del que se queda caído en la orilla,
del que no puede curar sus heridas, del que no sabe hacia dónde camina.
Estar al lado... de la situación que nos abruma,
de la emergencia que surge cada día, de lo inesperado que nos desborda,
de lo que todos dejan pasar de largo, de lo que se esconde para que no se vea.
Estar al lado... de este mundo que es el nuestro,
de esta realidad que es la nuestra, de este momento que es el nuestro,
de esta Iglesia que es la nuestra, de este proyecto que nos hace hermanos.
Estar al lado... de lo que Tú sabes y conoces,
de lo que Tú quieres tiernamente, de lo que Tú buscas a cualquier hora,
de lo que Tú nos propones, de lo que Tú estás siempre.
Estar al lado... humildemente, como me enseñaste,
sin arrogarme privilegios, con el corazón tierno y atento,
siendo servidor de todos, como el último de tus amigos,
sintiéndome tu elegido.
Estar al lado... como hermano solidario,
como anónimo creyente, como hijo querido,
como aprendiz de discípulo, como compañero de camino.
Estar al lado, aunque no lo sepamos.
¡Y que venga lo que tiene que venir!

Yo elijo al Rey

Érase una vez un rey que quiso compartir sus bienes con todos sus súbditos.
Proclamó un bando invitándoles a reunirse en el patio de armas; allí, en el día asignado, cada uno podría coger lo que quisiera.
Llegó el día y en el gran patio estaban expuestas todas las riquezas del rey: Joyas, relojes, alfombras, muebles, coches…
En medio del patio, un gran trono desde el cual el rey examinaba a sus súbditos. En los ojos de todos brillaba la avaricia mientras admiraban aquel enorme mercadillo gratis del jueves real.
Una anciana se acercó al trono del rey y le preguntó:
- ¿Es verdad, majestad, que puedo elegir lo que quiera de lo que aquí veo?
- "Sí, puede elegir lo que usted quiera", le contestó el rey.
- "Entonces, yo elijo al rey", dijo la anciana.
- "Por haber elegido al rey, todo lo mío es también suyo".
La ancianita, sabia y nada avariciosa, eligió lo mejor, el rey, el dueño de las cosas, el señor del reino. Y entró a formar parte de la familia del Rey.