Cuando los niños eran capaces de comprender, los padres les decían lo que habían puesto en la bolsa.
La madre siempre ponía un poco de tierra y un trozo de cordón umbilical para hacerles recordar a sus hijos que venían de la tierra y de una familia y que nadie se da la vida a si mismo.
El padre ponía una pluma de ave que había quemado un poco y la mezclaba con las cosas de la madre.
La pluma del pájaro simboliza el vuelo y cada uno tiene que encontrar su lugar en el mundo.
Ninguno sabía nunca cuál era la segunda cosa que el padre había puesto. Los hijos intentaban adivinarlo pero nunca se lo decían. Era un secreto. Y este secreto representa el misterio de la vida. Y el centro de todos los misterios es Dios. Es un hermoso regalo, un símbolo, que nos hace pensar y nos vincula a una tierra, a una familia y a Dios.
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