sábado, 23 de diciembre de 2017

El pino de Navidad

La Nochebuena ya se está acercando, y los animalitos del bosque comenzaron con los preparativos para poder celebrarla. El elefante, el sapo y la jirafa hace mucho tiempo que son vecinos y, en varias oportunidades, pasaron las fiestas juntos, pero este año no lograron ponerse de acuerdo y todo es muy diferente.
- ¡Vamos a comer en mi casa! -dijo el elefante.
- ¡No! ¿Por qué siempre en la tuya? -le respondió el sapo.
- ¡Basta de pelear, lo hacemos en mi casa o yo no voy! -gritó la jirafa.
Y así, palabra va, palabra viene, los tres terminaron peleando y colocando el arbolito de Navidad cada uno por su lado.
El sapo se apuró a elegir un pino enorme, juntó algunos pétalos de flores y los colgó de las ramas más bajas.
- ¡Deseo tener el mejor arbolito de todos! -dijo. 
Pero cuando quiso llegar a las ramas de arriba, por más que saltó con mucha fuerza no logró alcanzarlas y su pino quedó adornado sólo hasta la mitad. La jirafa, muerta de risa por lo que le pasó al sapo, comenzó a adornar su pino.
- ¡El árbol más hermoso va a ser el mío! -cantaba en tono burlón, mientras estiraba su largo cuello para colgar de las ramas más altas unos frutos rojos y brillantes que había encontrado en el lugar.
Para ella, todo parecía más sencillo, pero cuando intentó llegar a las ramas de abajo, por más que dobló su cuello no las alcanzó, y al final su pino también quedó a medio terminar.
El elefante, riéndose a carcajadas por lo que les ocurrió al sapo y a la jirafa, puso manos a la obra. Él no había elegido ni un pino muy alto, ni uno muy pequeño, porque quería evitarse los problemas de altura.
- ¡Este pino es perfecto para mí, cuando lo termine todos los animales van a admirar su belleza! -decía fuerte para que los otros lo escucharan.
Pero cuando empezó a decorarlo, surgió un gran inconveniente. Su trompa era tan fuerte y poderosa, que cada vez que pretendía colgar una flor, la apretaba tanto que terminaba por marchitarla, y ya no le servía.
La noche llegó, y los animales se sentían muy tristes por lo que había pasado. De repente, una lucecita bajó del cielo y les dijo:
- ¿Por qué no ponéis de acuerdo y colocáis un pino entre los tres?
Al otro día, el elefante fue a buscar al sapo y los dos juntos invitaron a la jirafa para colocar un nuevo arbolito.
El sapo empezó decorando las ramas de más abajo, después se subió al lomo del elefante y continuó por las que se encontraban al medio, mientras tanto la jirafa se encargaba de las de más arriba. En un poco tiempo el pino estaba terminado y los tres animales muy contentos.
Esa noche, unos minutos antes de que dieran las doce, una estrellita brillante sonrió desde el cielo y despacito fue bajando hasta acomodarse en la punta del pino.
El sapo, el elefante y la jirafa no podían creer lo que veían: ¡ahora sí, tenían un arbolito tan lindo y luminoso como lo habían soñado!
El sapo, el elefante y la jirafa invitaron a todos los habitantes del bosque a compartir la fiesta con ellos, porque gracias a la estrellita habían aprendido que en esta celebración lo más importante es encontrarnos unidos.

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